José Apezarena

Acuchillados

Observar de cerca las cuchillas de la valla que separa Melilla de Marruecos, colocadas para impedir la entrada de inmigrantes ilegales, produce escalofríos.

Analizar en directo las alambradas y esas hojas punzantes que las recorren, irregularmente ubicadas para hacer más difícil eludirlas, conduce a la evidencia de que se trata de artilugios agresivos y muy peligrosos.

Por eso no se entiende que el ministro del Interior haya afirmado públicamente que provocan sólo "heridas leves" y "erosiones superficiales", cuando la realidad es que están diseñadas precisamente para lo contrario, para producir desgarros, tal como se contó en estas páginas.

¿Cuándo pierden el sentido común los políticos y se convierten en personajes obtusos y cerriles? ¿Cómo no ver, y asumir por tanto, que instalar esas defensas constituye una evidente falta de humanidad?

Pero es que, además, no disuaden de nada. ¿Alguien cree que los cientos de subsaharianos que se esconden en las inmediaciones de las fronteras de Ceuta y de Melilla van a renunciar a intentar pasar, a lo que ellos creen el paraíso, porque hayan colocado unas alambradas más agresivas?

Lo van a seguir intentando igual. Pero el resultado son las espantosas heridas que ya se han visto en informes y reportajes.

Si hubiera un mínimo de sentido común, el Gobierno tendría que haber renunciado a métodos tan bárbaros. Suele decirse que rectificar es de sabios. Casi siempre lo es. Cosa distinta es que la sabiduría abunde entre los gobernantes y los políticos.

No disuaden de nada.

 
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