Atrapado en un atasco… y sin bocinazos

Soy de los que piensan que España, mejor dicho, los españoles, hemos cambiado bastante en los últimos años. Que éste es un país distinto a lo que vivimos hace algunas décadas. Al menos en comportamientos y hábitos sociales.

Por ejemplo, y aunque pueda parecer anecdótico (creo que no lo es), hoy lo habitual es que quienes sacan a la calle a sus perros lleven en la mano la bolsa de plástico para recoger los residuos que sueltan en la acera. Ya sé que no todos lo hacen, pero esa actitud es la más normal.

Otra muestra. Cuando uno sube ahora a un transporte público, metro o autobús, la gente suele viajar en silencio, y muchos de ellos leyendo, lo que contrasta con escenas del pasado, cuando lo habitual era una algarabía de conversaciones a voz en grito.

Por citar algo más: actualmente es muy extraño que un paseante arroje un papel al suelo, en lugar de depositarlo en la papelera.

Habría otros ejemplos, como la pulcritud que muestran la mayoría de los vecinos al seleccionar la basura en función del tipo de basura y del color de la bolsa o del contenedor. Un apunte más: hace muchísimo que no veo una pelea (física) de conductores en la calle, y ni siquiera una discusión acalorada.

Insisto en que pueden parecer sólo cambios cosméticos, pero tengo para mí que hay nuevos hábitos y costumbres un poco más ‘normalizadas’ respecto a comportamientos, por así llamarlos, europeos.

¿Que a qué vienen estas reflexiones? A un episodio que viví personalmente el martes, que creo va en esa línea de cambios sociológicos.

Me desplazaba el martes por Madrid, en coche, con intención de asistir a un acto periodístico convocado para las 8 de la tarde, y me encontré absolutamente bloqueado en el Paseo de la Castellana.

Aquello no se movía, o lo hacía a razón de unos pocos metros cada cinco o diez minutos. Transcurrió un cuarto de hora, media hora… y ahí seguíamos empantanados. Por supuesto, llegué tarde al acto.

 

¿Dónde está la supuesta novedad? Pues en que, durante todo ese tiempo, no se escuchó un solo bocinazo. Una situación semejante, hace muy pocos años, habría propiciado una ininterrumpida sinfonía de cláxones. No ocurrió así el martes. Y me parece bien. Entre otras cosas porque pienso que aporrear las bocinas no ayuda absolutamente nada.

Alguno podría retrucar diciendo que lo que ocurre es que esta sociedad se ha adormecido, que ya no reacciona ante nada, que nos hemos aborregado, que no hay redaños para resistir. No lo veo así.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

Portada
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato