José Apezarena

A El Confidencial Digital hay que recortarle la publicidad

Los gobiernos suelen ponerse nerviosos cuando se acercan unas elecciones. Pero más aún si las expectativas no son optimistas y existe algún riesgo de derrota. Entonces entran en frenesí y ponen en marcha mecanismos extremos para tratar de evitar el fracaso.

Lógicamente, el Ejecutivo que preside Mariano Rajoy no es ajeno a ese tipo de comportamientos, agravado porque, en efecto, sus previsiones electorales son comprometidas, tanto de cara a las locales y autonómicas de mayo como también, por supuesto, con vistas a las generales de finales de 2015 o principios de 2016. Por eso ha trasladado a los barones regionales la consigna de que hay que "aprender a pactar" porque se avecina un frente de izquierdas.

Consecuentemente, el Gobierno se ha puesto manos a la obra en la tarea de intentar evitar la derrota electoral como sea. Y para lograrlo aplicará todos los medios: los normales, los extraordinarios y hasta los escasamente presentables.

El estallido del escándalo de las tarjetas opacas en Cajamadrid, en el que aparecen destacados miembros del PP, ha movilizado a los estrategas de La Moncloa, que han cursado instrucciones para que los implicados sean apartados de forma tajante. Objetivo de esa medida: tratar de vender a la opinión pública que el Gobierno combate la corrupción, en lugar de encontrarse enfangado en ella.

Paralelamente, como se ha contado en estas páginas, desde el Complejo de La Moncloa proliferan las presiones a los grandes medios de comunicación, y en concreto a las principales cadenas de televisión, para que rebajen el tono crítico en sus informaciones.

Evidentemente, un Gobierno tiene a su disposición armas abundantes y variadas para intentar cambiar enfoques informativos, para presionar, y, en caso de no lograrlo, castigar. Entre ellas hay que citar, por supuesto, la publicidad institucional, esa generosa manguera que riega los bolsillos de los medios, a algunos de los cuales salva incluso de la bancarrota. Un manejo adecuado de los fondos oficiales y paraoficiales puede conseguir milagros.

A ese respecto, y por lo que se refiere a este medio, a ECD, no hablamos de oídas. No ha tardado mucho en llegar a nuestro conocimiento la orden cursada a determinada entidad gubernamental, que se caracteriza por la generosidad de sus campañas publicitarias, de las que, por cierto, aquí se participa muy escasamente. La nueva instrucción ha sido: "A El Confidencial Digital hay que recortarle la publicidad". Una cantidad, repito, bastante magra.

¿Y cuál ha sido el argumento que acompaña a esa consigna? "Es que El Confidencial Digital es muy cañero". Se entiende, "cañero" con el Gobierno.

Como resulta bien conocido por quienes nos siguen a diario, ECD no es "cañero" con el Gobierno ni con nadie. No se dedica a perseguir, no trabaja por fijaciones ni por enemistades. Se limita a dar noticias: informaciones propias y relevantes. Afecten a quien afecten y se moleste quien se moleste. ¿Que no pocas de ellas se refieren al Gobierno? Por supuesto: porque es quien gobierna este país y toma decisiones en todos los ámbitos; así que motivos no faltan. ¿Que algunas exclusivas no gustan en La Moncloa, en Génova...? ¡Qué le vamos a hacer! Eso, entre otras cosas, es el periodismo.

 

Dicho lo cual, utilizar el dinero público, que es de todos y para todos, al servicio de planteamientos de partido no parece la actuación más ética del mundo. Hasta podría rondar la ilegalidad.

Reconozco que, encima, publicar estas líneas contándolo es echar sal en la herida. Pero la diferencia entre los demócratas verdaderos y los que lo son de mentirijillas consisten en que los primeros admiten las críticas cuando hacen mal las cosas, y no se proponen controlar y censurar medios informativos. Eso es lo que practican los segundos, los que no son amigos de la libertad. Incluso con malas artes. Y a estos hay que desenmascararlos.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena


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