José Apezarena

Mentirosos

Una de las pandemias que padecen el periodismo y los profesionales dedicados a buscar información es la proliferación de portavoces y jefes de prensa mentirosos.

No faltan, por supuesto, los que juegan limpio. Los que, cuando confirman o desmienten, lo hacen respondiendo al elemental principio de la veracidad. Son aquellos que, si no pueden confirmar o negar, responden con un "no puedo decirte nada" o fórmula parecida.

Pero proliferan los portavoces que, para frenar y contrarrestar informaciones que consideran negativas, emiten con enorme frescura desmentidos falsos. Notas o declaraciones que niegan hechos ciertos y reales, amparándose en su tarjeta de jefe de prensa y por tanto de interlocutor autorizado.

Son personajes que aplican procedimientos desleales y torticeros a sabiendas, y les da igual: se trata de conciencias vendidas a un buen sueldo.

Y cuando, con el paso del tiempo, queda demostrado que aquel contenido era real, y que mentía el portavoz, por supuesto que no reconocen nada ni rectifican. Ni siquiera se ponen colorados porque ya en ese momento nadie se acuerda del affaire, y por tanto la tropelía descubierta no pasa factura al manipulador.

Otros practican el taimado recurso de desmentir lo que en realidad no se afirmaba en la noticia de referencia. Estrictamente su desmentido no falta a la verdad, pero al mismo tiempo, para personas poco avisadas, ello produce la sensación de que desmontan la información, y hasta desautoriza a quien la firma o al medio que la publicó.

Y los hay también que aprovechan algunas buenas, y no pocas veces interesadas, relaciones en los medios para esos falsos desmentidos. Desprestigian indirectamente y sin dar la cara, a través de esos cómplices, al periodista o a la cabecera que aportó la información que se busca desmontar. No faltan almas vendidas que se aprestan a esa torticera labor de mamporreros y hasta delatores falsos.

Dicho todo lo cual, aporto una conclusión algo más esperanzadora. Se pasa mal, hay momentos de dificultad y de amargura, pero al final la verdad suele salir adelante. No siempre, no en todos los casos, pero sí muchas veces. La mayoría.

El problema es que los mentirosos siguen en su sitio. También porque resultan unos mercenarios altamente útiles a sus jefes. Convertidos ellos mismos, por supuesto, en mentirosos iniciáticos.

 

No obstante, los que estamos en esto conocemos bien a los que trabajan con honradez y rectitud. Sabemos quiénes son y desde aquí agradecemos su trabajo.

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