José Apezarena

Oye, tío, que el independentismo ya no mola

El independentismo se encuentra claramente a la baja en el País Vasco. Los datos del Euskobarómetro (el llamado CIS regional) son clamorosos. En 1995, el 41% de los vascos se declaraban partidarios de la secesión, cifra que en 2000 pasó al 37%, y que ahora ha bajado al 24%, frente a un 63% que tienen poco o ningún deseo separatista.

La sociedad vasca ha evolucionado, o simplemente se ha cansado. O quizá se están produciendo movimientos de fondo mucho más contundentes. Unos cambios que explican en gran medida la sorprendente moderación del partido que gobierna en esa tierra, el PNV.

La nueva coyuntura está siendo comparada con lo ocurrido en uno de los territorios que siempre ha sido referente para los nacionalismos hispanos: Quebec.

Tras la segunda consulta, de 1995, que se decidió por unos miles de votos, el Gobierno federal aprobó la llamada Ley de la Claridad, para impedir la convocatoria unilateral de un tercer referéndum.

En 2014, la primera ministra quebequesa, Paulina Maurois, adelantó las elecciones, pese a que solo llevaba 18 meses en el cargo, porque los sondeos anunciaban que aumentaría la ventaja si apostaba por un discurso en clave identitaria y apuntando la posibilidad de convocar un referéndum al margen de la ley canadiense.

El resultado, sin embargo, fue un desastre monumental para el Partido Quebequés, que no solo perdió las elecciones, sino que llevó a los liberales federalistas de Philipe Couillard a la mayoría absoluta. La posibilidad de revivir el traumático referéndum de 1995, que dejó profundas heridas sociales y perjudicó los intereses económicos de la región, estuvo detrás de este fuerte revés independentista.

Escribe Joaquim Coll, historiador, vicepresidente de Societat Civil Catalana, que desde entonces muchos sociólogos afirman que la sociedad quebequesa ha desconectado del ansia soberanista que existía dos décadas antes, otorgando una clara prioridad a otras cuestiones como la economía o el medio ambiente. Pero sobre todo ha desconectado la gente joven. Una juventud que se ve cada vez más como partícipe y protagonista de un mundo global.

Aparte del veredicto del Euskobarómetro, los comicios del 20-D mostraron un vuelco político en el País Vasco, donde Podemos se ha constituido en la segunda fuerza (la primera por número de votos), en perjuicio sobre todo de EH Bildu, que quedó desplazado al cuarto lugar.

Tal maremoto refleja sobre todo una traslación del voto joven, que ha emigrado desde el 'abertzalismo' hacia el populismo de Pablo Iglesias y su gente. Algo semejante a lo que ocurrió en Quebec, donde la juventud pasó de localismos y aldeanismos para apostar por planteamientos globales.

 

Parece, en fin, que el independentismo ya no mola. Ni en Quebec ni en el País Vasco. Y considero que algo semejante puede empezar a ocurrir en Cataluña. Al tiempo.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena


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