Quiero hacerme un foto con Bárcenas

Este país nunca deja de sorprender. Es capaz de protagonizar lo más heroico y hermoso, y  al mismo tiempo puede apostar por lo más chabacano y miserable.

Ahora me refiero al caso Luis Bárcenas, y específicamente a algunas conductas, no precisamente ejemplares, que se están visualizando a su alrededor. Porque hay riesgo de que acabe convirtiéndose, no solo en un personaje popular, que ya lo es, sino incluso en una especie de héroe. Como suena.

Voy al ejemplo concreto. Días atrás, un conocido semanario realizó una larga entrevista el ex tesorero del Partido Popular, que acaba de publicar con espectaculares titulares en su portada.

Uno de los títulos se resume diciendo que, cuando difundió los famosos sms de Mariano Rajoy (el “Luis, sé fuerte”), Bárcenas creyó que a continuación, inmediatamente, el presidente del Gobierno dimitiría del cargo. Algo que, como es obvio, no ocurrió.

Pero vuelvo a la entrevista. Se desarrolló en un conocido hotel madrileño, situado en el barrio de Salamanca. Los promotores de la cita, los periodistas, se mostraban ligeramente preocupados por la posibilidad de que la presencia de Luis Bárcenas en ese establecimiento público, donde era visto por clientes y visitantes, se tradujera en alguna escena desagradable, con insultos al ex tesorero, e incluso con algún posible intento de agresión. No ocurrió nada de eso.

Pues bien. No solamente no hubo improperios ni gestos de rechazo, y mucho menos riesgo de violencia. Ocurrió lo contrario. Se apreció indiferencia y pasotismo en general, pero, sobre todo, no faltaron algunas señoras que, al ver a Bárcenas en carne y hueso, trataron de hacerse fotos con él. Así sucedió.

¿Para qué las querrían? ¿Tal vez para presumir entre sus amistades? ¿Para colgarla en su página de Facebook como un éxito?

Lo dicho. Este país, sus habitantes, son capaces de lo más alto, de lo más bajo y de lo más ridículo.

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