José Apezarena

Regeneración, sí, pero ocurrencias las menos

Regeneración es palabra tentadora. Sobre todo para los políticos. Y más aún para aquellos que tienen necesidad de remontar en imagen y valoración. Para quienes buscan adhesiones, apoyos o votos.

Y es a la vez palabra engañosa. Porque, tal como hemos comprobado tantas veces, so capa de tal compromiso la mayoría esconden sólo propósitos falsos y promesas falaces.

A la historia reciente me remito. Cada vez que un partido se ha encontrado en la oposición, se le ha llenado la boca con la palabra regeneración: formula sugerencias, esboza ideas, pero el plan queda arrumbado en el desván en cuanto esa formación llega el poder. Se ha repetido con todos sin excepción. Por eso hablo de promesas engañosas.

Ahora, el nuevo líder del socialismo, Pedro Sánchez, ha lanzado un presunto programa de regeneración. Lo hizo ayer, en un desayuno político en Madrid. Planteó, por ejemplo, que los diputados del PSOE no cobren por ir a las tertulias de televisión. Y la exigencia de un certificado fiscal, expedido por Hacienda, para altos cargos y parlamentarios cuando acceden al escaño y cuando lo dejan.

Propondrá también que se amplíe el régimen de incompatibilidades, para impedir que diputados y senadores desarrollen actividades privadas que no tengan que ver con su responsabilidad política. “Un diputado no puede volver los jueves a su circunscripción y dedicarse a sus negocios en sus días libres y, mucho menos, ser diputado en los ratos libres”, afirmó.

Si eso es todo lo que se ocurre al líder del PSOE, me parece que poca regeneración vamos a ver. Si de verdad cree en ese objetivo, tendría que abordar asuntos de mucho mayor calado, a los que no hizo mención.

No pretendo ser exhaustivo, pero regeneración sería implantar listas abiertas y desbloqueadas para las elecciones, de forma que los partidos pierdan el férreo control que ahora aplican.

Y lo es que los partidos (el PSOE incluido, por supuesto) renuncien al mangoneo en instancias fundamentales como la Justicia, cuyos altos órganos, como el Tribunal Constitucional y el Consejo del Poder Judicial, están trufados de políticos y parapolíticos, sometidos a la obediencia de quien les nombró.

Es regeneración que el Tribunal de Cuentas, encargado de fiscalizar los dineros públicos, no proceda, en su composición, de la voluntad de los partidos. Y lo es igualmente que estos renuncien a sus cuotas de poder en el Consejo de RTVE.

 

Y también, y eso afecta directamente a Pedro Sánchez, no exigir el 20% de avales como condición para presentarse a las primarias del PSOE, una barrera impuesta por la actual dirección que está dejando fuera a los candidatos independientes, de forma que solamente logran la nominación la gente del aparato, los oficialistas.

Si lo tiene tan claro, que promueva reformas legales que eliminen la famosa 'puerta giratoria', de modo que se impida que los altos cargos, entre ellos presidentes y ministros (también socialistas, por supuesto, incluido su mentor Felipe González), aterricen en las grandes compañías como consejeros y asesores.

Dicho todo lo cual, su propuesta de que las víctimas de la violencia machista tengan funerales de Estado, como se hizo en su día con las víctimas del terrorismo, me parece, como poco, una ocurrencia.

Se trata de algo bastante irrealizable, que además despide un tufillo populista, en la medida en que puede interpretarse como el intento de ganar bazas políticas con un asunto trágico y deplorable.

Con datos del ministerio de Sanidad, el año pasado, 2013, se contabilizaron 54 víctimas mortales por violencia machista. ¿Propone Pedro Sánchez que haya 54 funerales de Estado, a razón de uno cada semana?

Una consideración más. La palabra "terrorismo" resulta demasiado fuerte como para utilizarla superficialmente hablando de "terrorismo machista". Siendo estos últimos unos delitos execrables, hay que saber guardar las proporciones.

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