Sombrerazo a Irene Villa
Ni han afectado a mi persona ni me han causado humillación, sino que los considero chistes de humor negro.
Es lo que Irene Villa explicó por carta al juez de la Audiencia Nacional, sobre los lamentables tuits del hoy todavía concejal del ayuntamiento de Madrid Guillermo Zapata. Una evidente muestra de generosidad de su parte, posiblemente inmerecida en el caso del protagonista.
Por recordar los hechos, el tal Zapata se atrevió a colgar en Twitter, además de otros igualmente impresentables, el siguiente comentario: "Han tenido que cerrar el cementerio de las niñas de Alcàsser para que no vaya Irene Villa a por repuestos".
En 1991, con sólo 12 años, Irene Villa resultó víctima de un atentado de ETA que le amputó las dos piernas, y desde entonces ha tenido que arreglárselas para intentar llevar una vida lo más normal posible. Y Zapata se lo estaba tomando a broma.
El ministerio fiscal consideró que esos comentarios entrañaban «descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas de los delitos terroristas y de sus familiares», su autor fue imputado, pero ahora el juez Santiago Pedraz, con la carta de Irene Villa en la mano, ha retirado la acusación.
Simpatías o antipatías hacia Guillermo Zapata aparte, Irene Villa ha vuelto a protagonizar un nuevo gesto de sentido común y de razonabilidad; uno más de los que le están caracterizando en todos estos años.
Periodista, campeona de esquí paralímpico, escritora y madre, tiene en marcha su propia fundación para dar apoyo a personas con discapacidad. Es una luchadora.
“Mi vida ha sido siempre una aventura”, ha escrito en su página web. Y, sobre su propia historia, ha afirmado: “Si mi caminar les sirve a otros, ¡todo el dolor está amortizado!”
No hay en ella frustración ni desánimo, no se ha hundido, no existe en su espíritu rencor ni deseos de revancha. Eso le honra. Por todo ello, sombrerazo a Irene Villa.
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