José Apezarena

Las alcantarillas de la Agencia Tributaria

Los sucesivos y escandalosos episodios de fugas de información y de filtraciones sobre datos fiscales y tributarios de ciudadanos están sembrando un enorme inseguridad en el país.

En el epicentro, por acción, por omisión, por incapacidad, por deficiencia, por miopía, por manipulación o por lo que sea, pero sobre todo porque allí confluyen las declaraciones de todos, aparece un organismo tan decisivo como la Agencia Tributaria.

Una instancia que debería ser delicadísima en sus protocolos y actuaciones, porque en ella se descargan las conciencias tributarias de todos. Unas confesiones cuyo secreto debería estar protegido con lo mil cerrojos del silencio y la reserva más absoluta.

Pero no está ocurriendo así.

El último episodio ha sido la publicación de las declaraciones de Esperanza Aguirre, con lo que, entre otras cosas, han quedado expuestos al conocimiento general los datos sobre ingresos percibidos, o sea. lo que ha ganado.

He de decir que me alegro de que sean de dominio general ese tipo de referencias, porque considero positivo, y hasta conveniente, que los políticos ofrezcan la máxima transparencia en asuntos de dineros. Aunque solo sea por salud ciudadana.

Pero lo que no me parece ni medio bien es el procedimiento por el que se han divulgado esos secretos.

En mi opinión, deberían haber sido aventados por iniciativa directa de la afectada. No tiene obligación, por supuesto, pero lo consideraría apropiado. Para su caso y para todos los que aspiren a ocupar y ocupen un cargo público. Y quien no admitiera las puertas y ventanas abiertas de par en par, siempre podría optar por renunciar a la política.

Lo que digo del secreto de los datos fiscales y tributarios resulta de aplicación a cualquier persona, sea la que sea su orientación y militancia política. En el caso de Esperanza Aguirre, pero también en el de Juan Carlos Monedero y en el de todo el mundo, sin mirar su color e historia ideológica.

 

La Agencia Tributaria, sus responsables, deberían proceder a un exigente examen interno. Y a las investigaciones necesarias para que nunca nadie maneje y difunda informaciones tan confidenciales como las que guarda en sus ordenadores.

Está en juego un pilar básico del estado social y de derecho que queremos que sea, y que debe ser, este país llamado España.

Y si los actuales directivos se sienten incapaces de lograrlo, ahí tienen la puerta. Que dejen paso a otros. Las alcantarillas de la Agencia deben mantenerse selladas y estancas, en lugar de sufrir las inadmisibles humedades y filtraciones que estamos viendo.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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