José Apezarena

No me fío un pelo de Bilderberg

Se reúne esos días en Copenhague el Club Bilderberg, uno de esos misteriosos clubes secretos que existen en el mundo. Tengo que decir, de entrada, que no me fío ni un pelo de Bilderberg.

Tan exclusivo club está considerado por muchos como "el Gobierno del mundo en la sombra".

Asisten a sus citas anuales algunos de los hombres y mujeres más poderosos de la Tierra. Son jefes de Estado y de gobierno, ministros de economía, banqueros centrales, economistas, consejeros de multinacionales, jefes de Estado Mayor, directores de redes televisivas y editoriales de Europa y América...

A él pertenecen personajes como Henry Kissinger, Durao Barroso, Hilary Clinton, John Kerry, Bill Gates, George Soros, David Rockefeller y Rupert Murdoch, junto con miembros de las casas reales europeas.

La reina Sofía era una asistente habitual a las cumbres hasta hace dos años, en que dejó de acudir. Este año vuelve a participar, junto con otros españoles como Juan María Nin (Caixabank), y el 'delegado' o 'representante'  de Bilderberg en España, Juan Luis Cebrián. La novedad es la presencia del ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo, como invitado.

¿Por qué no me fío de Bilderberg? Porque no me gustan los secreteos. Pero menos aún si se trata de tomar decisiones que afectan al mundo entero. Eso de gobernar 'en la sombra' me resulta sospechoso, inquietante y hasta peligroso. Y muy poco democrático, por cierto.

Tanta es la cerrazón que preside la actividad del Club Bilderberg que hasta es reservada la lista de asistentes. Y, por supuesto, el lugar donde se celebra queda aislado absolutamente de cualquier contacto exterior para evitar la presencia de periodistas y curiosos.

Este año se desarrolla en el hotel Marriot, de Copenhague, rodeado por policía y seguridad privada, que han acordonado los alrededores. Se trata de uno de los más lujosos de Europa: la estancia por una noche cuesta 400 euros, 500 si es en fin de semana.

No me opongo a que las personas importantes del mundo se reúnan y debatan sobre los grandes problemas. Al contrario, lo considero hasta necesario. Con tal de que al final se sepa cuáles han sido las deliberaciones y, sobre todo, los acuerdos que se tomen.

 

Lo que no sea eso huele demasiado a conspiraciones, conciliábulos y sociedades secretas, esos clubes que estuvieron tan de moda en el siglo XIX pero que hoy, en el siglo XXI resultan inasumibles.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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