La increíble resurrección de Durán
De la extinta CiU (Convergencia i Unió), desaparecida tras la ruptura unilateral acordada por Unió al no querer secundar la deriva independentista de su socio mayor, siempre se dijo que era un matrimonio de conveniencia en el que, por supuesto, los dos cónyuges salían ganando, pero Unió muchísimo más.
Líderes políticos de todo signo, lo mismo que sesudos analistas, sostenían que tal maridaje constituía cuestión de supervivencia sobre todo para la formación democristiana liderada por Durán i Lleida. Y daban por cierto que una ruptura supondría, casi inmediatamente, su irrelevancia electoral y consecuente desaparición.
La teoría era que en realidad el voto a CiU lo conseguía Convergencia, mientras que la presencia de su aliado únicamente servía para maquillar un tanto su condición de partido burgués y hasta capitalista, dándole una pátina de cierto progresismo y moderación. Y que, por tanto, si Unió concurría alguna vez en solitario a unas elecciones, sus resultados serían tan mínimos que prácticamente no conseguiría representación.
Eran las coordenadas asumidas por casi todo el mundo. Y, en consecuencia, el divorcio en la coalición CiU parecía condenar a la desaparición al socio menor. Digo parecía, porque se empieza a colegir ahora que, al contrario, Unió va a experimentar una espectacular resurrección electoral. Y con ella su líder, Durán i Lleida, al que habían dado poco menos que por muerto y enterrado políticamente.
¿Qué está ocurriendo? Pues que la radicalización independentista implantada por Artur Mas en Convergencia ha dejado a Unió en exclusiva el espacio del catalanismo centrado, del catalanismo no separatista. Y, por tanto, hacia ese partido puede confluir una poderosa porción de electorado, integrada por componentes muy dispares.
Por un lado, mirarán a Unió todos los catalanistas sinceros y convencidos que, sin embargo, no comulgan con la definitiva deriva suicida del independentismo, concretado en la lista unitaria que para el 27 S encabezan Artur Mas y Oriol Junqueras. Que no son pocos.
Pero, además, se apuntarán a ese partido muchos de los que están dispuestos a todo con tal de que el independentismo no triunfe. Así, Unió puede llevarse buena parte del voto útil de quienes, siendo simpatizantes o incluso afiliados del Partido Popular, hayan llegado al convencimiento de que sus propias siglas van a resultar barridas en las elecciones del 27-S, y por tanto conviene apostar por esa posible barrera contra la independencia.
Incluso cabe que se beneficie de numerosos votantes socialistas, deseosos de frenar a Artur Mas, pero sobre todo temerosos de que pueda advenir una Cataluña definitivamente ingrata e incómoda para quienes provienen de otros espacios, geográficos o ideológicos.
Por si fuera poco, la figura de Durán i Lleida, está en vías de asumir un destacado protagonismo regional, en la línea encarnar un liderazgo social de fondo. A esa apuesta se sumarían instituciones y movimientos no independentistas, pero sobre todo el mundo empresarial catalán, que observa con estupor y hasta con pánico los movimientos rupturistas de Artur Mar y compañía. Ya antes, en más de una ocasión el jefe de filas de Unió se había movido en esos ámbitos empresariales.
Además de todo eso, el nuevo posicionamiento de Unió, con el abandono de las tesis independentistas, han llevado al Gobierno y al PP a plantearse un acercamiento a Durán i Lleida, al que ven como posible socio estratégico a corto plazo, en el horizonte del 27-S, pero también de cara a las elecciones generales.
De ahí que desde Moncloa y desde Génova se hayan emitido consignas de acercamiento a Unió y a su jefe de filas.
Si alguien pensó alguna vez que Unió estaba muerta y enterrada, parece que se equivocó. Al contrario, todo indica que lo que se está produciendo es una increíble resurrección. De Durán y de su partido.
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