La náusea

Cuentan que en el PP andan que no se lo creen. De un tiempo acá, no hay semana que no les regale un escándalo de corrupción a cuál más estrepitoso y demoledor.

El último, por ahora, la detención de Francisco Granados, un colección de alcaldes y hasta el presidente de la diputación de León. Un terremoto que no es de los menores. Por eso en el PP han entrado en shock. Están catatónicos.

Alcalde de Valdemoro (por lo visto, entonces empezó todo), diputado de la Asamblea, consejero de Transportes, consejero de Presidencia, secretario general del PP regional durante siete años, senador... Francisco Granados no es cualquiera en el partido.

Se comprende que algunos dirigentes populares sientan en estos momentos que la basura les llega ya al cuello, y poco falta para que alcance la boca y les ahogue.

Sin embargo, siendo muy malo, lo peor no es eso. Lo peor es que nada ha terminado. Lo demoledor es que no existe ninguna garantía de que no vayan a estallar nuevos escándalos. Aquí, allá, en ayuntamientos, en diputaciones, en gobiernos autonómicos, en empresas públicas, en cajas nacionalizadas, en Suiza, en Andorra, en Liechtenstein...

Por eso, el ahogo que padecen los cargos directivos del PP apenas es nada con lo que sienten, sentimos, tantos ciudadanos: náusea.

Y encima, todo ello en vísperas electorales, con unas municipales y autonómicas a las puertas y con unas definitivas generales dos momentos más allá. Constituye un arcano irresoluble anticipar cuáles serán las consecuencias de este tsunami. Pero hay que suponer que no serán pequeñas. Lo que le faltaba al PP.

Hablaba de situación catatónica. Eso es lo que transmite la dirección nacional del partido: paralizada, silenciosa, sin asumir el problema ni tomar la iniciativa. En la mejor línea del ‘rajoyismo’ practicante.

Suele decirse que todo lo que va mal puede empeorar aún más. Pues eso.

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