Javier Fumero

Dejemos de hablar de Juana Rivas

Llevo días mordiéndome la lengua pero ya no puedo más. Lo digo. Me parece un completo despropósito la que hemos montado en España con esta señora llamada Juana Rivas, su ex marido Francesco Arcuri y el lío de una custodia por los hijos que los dos están peleando en los juzgados.

Es una indecencia convertir en primera noticia de telediarios y programas de actualidad un caso así. Vende muy bien, es evidente. Porque el hecho es dramático, impactante, hasta conmovedor. ¿Pero eso justifica, por ejemplo, el show televisivo que se ha montado? Yo no lo creo.

Periodísticamente el hecho se liquida con un titular muy simple: Una madre española pleitea con la justicia italiana para quedarse con la custodia de sus hijos. O visto al revés: la justicia italiana fuerza que una madre española entregue los hijos a su ex marido.

El interés del caso tiene que ver con un drama que, por desgracia, cada vez es más común. Crece al mismo ritmo que los divorcios. Los padres sufren. Los hijos, más. Y los familiares relacionados con la pareja, otro tanto. De acuerdo.

Pero cuando la televisión, la radio, la prensa escrita o los digitales irrumpen el hecho se deforma. La madre ha pasado por los platós televisivos. Lloros, lamentos, justificaciones… y hasta una condena por malos tratos utilizada torticeramente. Para quién desee sinceramente conocer las aristas de este caso –manipulaciones al margen- pueden leer esta magnífica síntesis publicada hace varias semanas por El Mundo. Verá lo que la verdad esconde, como decía aquella película.

El padre ha reaccionado defendiéndose con otra campaña mediática. Aprovechando su viaje a España para acudir al juzgado, ha salido en pantalla. El padre de Juana Rivas también ha tenido minutos como entrevistado. Ha ofrecido su versión y los programadores encantados.

Mientras tanto, la justicia debe hacer su trabajo y encuentra, como es lógico, múltiples obstáculos. En casos como estos, la sociedad realiza un juicio paralelo, parcial y donde los argumentos jurídicos no suelen estar muy presentes. Se apela a los sentimientos y prácticamente se anima a que las cuestiones procesales se diriman por vía de empatías y fobias.

Por este camino se llegan a consumar barbaridades. Un ejemplo de esto fue la apología del delito de sustracción de menores que protagonizó la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, cuando tuiteó aquello de “Juana Rivas tiene el apoyo y el reconocimiento del PSOE”. O esa frase se matiza (tiene nuestro apoyo moral pero no a sus actos) o se está animando a un ciudadano a contravenir la ley. Esto es muy grave.

Hechos como este han provocado la lógica queja de jueces y magistrados que se sienten desamparados.

 

¿Entienden lo que les digo?

Más en twitter: @javierfumero

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