Javier Fumero

Huele que apesta

Observando el penoso espectáculo judicial de estos días, con el impresionante desfile de acusados ante el juez por la Gürtel y las tarjetas black, me vino a la cabeza la campaña de publicidad que lanzó hace un año la marca Renova.

Unas semanas antes de las elecciones generales del 20-D, enviaron un original kit de “Higiene democrática”. Dentro de la caja, en forma de urna electoral, iban seis rollos de papel higiénico de vivos colores. Uno era azul por el PP; otro rojo por el PSOE; naranja por Ciudadanos, morado por Podemos; otro verde chillón por izquierda-verdes y otro fucsia por los “progresistas”.

Según explicaba el manual de instrucciones que acompañaba el paquete, era material “dermatológicamente y ginecológicamente” testado y servía –explicaba el texto- para limpiar lo que fuera necesario, “aquello que sobra y ensucia, de manera eficaz y segura, como nos piden los ciudadanos”.

El texto concluía con una pregunta: “¿Hay algo más democrático que aquello que sienta en el mismo ‘trono’ a reyes y plebeyos?”.

No le faltaba razón a los creativos de Renova. La clase política está manchada y necesita limpiarse el trasero. Pero, ¿por dónde empezamos? ¿Qué hacer para limpiar la corrupción? ¿Cómo sanar una sociedad donde habita la degeneración?

Cuentan que un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.

Un día, su hijo de siete años invadió su ‘santuario’ decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar. Viendo que era imposible que se fuera, pensó en algo que pudiese darle para distraer su atención. Vio una revista en donde venía el mapa del mundo, ¡justo lo que precisaba! Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo:

-- “Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto, para que lo repares sin ayuda de nadie”.

Calculó que al pequeño le llevaría días componer el mapa (nunca lo había estudiado), pero no fue así. Pasados unos minutos, escuchó la voz del niño: “Papá, papá, ya lo he acabado”.

 

Al principio no dio crédito a las palabras del niño. Pensó que sería imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo propio de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz? Le dijo:

-- “Hijo, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lograste recomponerlo?”.

-- “Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo.” 

Más en twitter: @javierfumero

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