Javier Fumero

‘Orgullo y satisfacción’ por los límites del humor

Los dibujantes que abandonaron hace unos días la revista El Jueves acaban de presentar ‘Orgullo y satisfacción’, un cómic que vendió 22.000 ejemplares en las primeras 24 horas después de su puesta a la venta a través de Internet.

La publicación ha sido dirigida y coordinada por Guillermo, Albert Monteys, Manel Fontdevila, Bernardo Vergara y Manuel Bartual. Y los textos e historietas están firmados por Ágreda, Albert Monteys, Asier y Javier, Bernardo Vergara, Guillermo, Isaac Rosa, Iu Forn, Lalo Kubala, Luis Bustos, Malagón, Manel Fontdevila, Manuel Bartual, Mel, Paco Alcázar, Paco Sordo, Pepe Colubi y Triz.

Sus creadores han descrito así esta obra:

-- “82 páginas de mucho reír en las que te contamos todo lo que necesitas saber sobre coronaciones, escopetas de caza, campechanía, esperma sucesorio, paquidermos, amantes bárbaras, abuelos reales que inauguran pantanos, príncipes que se convierten en reyes y reyes que se convierten en... reyes”.

A mí me parece muy bien que haya risas, crítica, libertad, aire fresco, incluso sátira. Pero creo una sociedad que se precie debe ser capaz de combinar estos elementos con el respeto a las personas, algo que se les debe a todos: sean quienes sean, piensen como piensen, acierten o se equivoquen.

Este asunto de la revista El Jueves permite echar una pensada de nuevo sobre este asunto. Creo que es importante porque, a mi juicio, hay dobles varas de medir sobre esta cuestión. Me viene a la cabeza ahora lo que sucedió en 2011 con un famoso cineasta español llamado Nacho Vigalondo.

Este señor decidió un día hacer una broma en twitter aprovechando que acababa de superar una cifra redonda de seguidores. No se le ocurrió otra cosa que publicar el siguiente tuit:

-- “Ahora que tengo más de cincuenta mil followers y me he tomado cuatro vinos podré decir mi mensaje: ¡El holocausto fue un montaje!”.

El propio Vigalondo explicó días después que todo había sido un simple experimento jocoso: hacerse pasar por un villano que llevaba años engañando a sus seguidores haciéndoles creer que era un cineasta para –una vez alcanzado el éxito- armar el caos con irreverencias soltadas en público.

 

Pero no le sirvió de mucho: aquel tuit se le fue de las manos. Le llovieron las críticas en la propia red social, hubo quejas de seguidores agraviados, la prensa digital se hizo eco de la polémica... y todo acabó explotándole en la cara.

El diario El País lo había contratado para una costosa campaña publicitaria sobre la nueva versión iPad del periódico. Los directivos del Grupo Prisa encabezados por Nicolás Berggruen, de origen judío, ordenaron retirar sus vídeos, le obligaron a escribir una disculpa pública entre las cartas al director, la defensora del lector escribió un artículo pidiendo perdón ante la audiencia y hasta su blog fue eliminado de la web.

El juego de la transgresión le costó caro a Vigalondo. Y a mi juicio, demostró que, efectivamente, en determinadas circunstancias, le humor sí tiene un límite. Y no es malo que así sea, porque mejora a la sociedad. No es ni cortedad de miras, ni dictadura, ni un ataque a la creatividad y el arte.

Es importante decirlo porque cuando alguien abre este debate y anima a poner coto a las bromas ofensivas suele escuchar habitualmente el reproche de que se busca coartar la libertad y eso nunca debe limitarse.

O peor incluso. Si uno protesta porque, por ejemplo, alguien decide graciosamente cocinar un crucifijo en un microondas, es tachado de estrecho o meapilas y te animan a tomarte una tila.

A mí, el recurso a la zafiedad de la que ha hecho gala algunas veces El Jueves me parece en primer lugar muy poco inteligente. Pero además en ocasiones es intolerable porque resulta vejatorio y denigrante. Se debe exigir, insisto, respeto a las personas, tengan corona o no la tengan.

El recurso al bajo vientre es fácil y exitoso a corto plazo. Sin embargo, ni demuestra mucho ingenio (todo lo contrario), ni –como demostró en su día el caso Vigalondo- todo debería estar permitido.

Más en twitter: @javierfumero


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