Sánchez Dragó cada vez tiene menos gracia
Me gusta la gente que dice lo que piensa, extrovertida y diferente. Las personas francas, coherentes, de una pieza. Aquellos que van de frente y no utilizan medias tintas. Sin embargo, lo de Sánchez Dragó es otra cosa.
No sé qué pensaran ustedes pero a mí lo de este señor me empieza a cansar un poco. Comienza a perder la gracia (si alguna vez la tuvo, que dirán algunos). Es un simple comentario porque la cosa no da para más.
Además, son cosas que pasan en las mejores familias. Cuando uno forja su personalidad a base de estridencias corre el riesgo de terminar saturando. Pasa con todo. El chistoso se convierte en un pelmazo. El que hace favores, en un plasta. El dadivoso, en un cargante. Y así sucesivamente.
Fernando Sánchez Dragó parece vivir de gritos, de grandes pulsiones, de altos decibelios. Por eso, cuando lleva mucho tiempo fuera de foco... ¡hop! mortal y medio, hasta plantarse de nuevo en tu camino.
En ocasiones, alardea de hechos vergonzantes. Otras veces recurre a declaraciones picantes. Y prácticamente siempre, se le va la mano.
El caso más aberrante fue cuando insinuó, en un libro publicado hace un par de años, que había mantenido relaciones sexuales con dos niñas de 13 años. Los hechos, según dejaba entrever su relato, habrían ocurrido en Tokio en 1967.
Pero es todo así. Alardea de consumir droga, de vida promiscua, de inventar un nuevo kamasutra, de deslenguado... El caso es pillar cacho, lograr ese minuto de gloria frikie.
El último episodio lo acabamos de vivir en la web del diario El Mundo, en forma de relato hiperrealista sobre el parto de su cuarto hijo: en casa, con comadrona, sin ginecólogo y con fotos cañeras para adobar el evento en portada.
Claro: dos más dos, igual a cuatro. Fue la noticia más vista del día en el portal (sólo por encima de otra que llevaba en el titular la palabra “porno”, por cierto). Objetivo cumplido: audiencia y prime time para otro episodio del rarito.
Que haga lo que le parezca oportuno, faltaría más. Pero uno cree, modestamente, que Sánchez Dragó cada vez tiene menos gracia.
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