Javier Fumero

La cadena perpetua es casta

La cadena perpetua revisable es casta. Mariano Rajoy se ha apresurado a promover la reforma del código penal antes de que termine la legislatura para evitar que surja por su derecha ninguna Marine Le Pen que enarbole la bandera de la mano dura y la seguridad. Pero a mí este asunto no me convence.

Observo una tendencia creciente a gobernar a golpe de código penal. No es buen camino, todo lo contrario. Provoca excesos muy graves.

Me pareció mal que el juez Baltasar Garzón utilizara atajos contra la Gürtel grabando en la cárcel conversaciones privadas entre abogado y acusado (ya llegará la hora de ajustar cuentas, pero conforme a derecho) y me pareció mal que el juez Elpidio Silva atropellara a Miguel Blesa decretando por dos veces su ingreso en prisión de forma abusiva.

Fueron dos actuaciones animadas, muy probablemente, por un deseo sincero de castigar abusos y perseguir la comisión de delitos. Pero es un gran peligro llevarse por delante las garantías procesales a las que tienen derecho las personas. Aunque se busque un bien mayor. El fin nunca justifica los medios.

En esto, los medios de comunicación también tenemos parte de culpa. Jueces y fiscales se ven sometidos diariamente a una presión brutal por parte de la opinión pública para que hagan justicia por todos. Los magistrados aparecen así como el mejor remedio para enmendar políticas sociales que no funcionan. Cuando ese no es el papel de la justicia.

Estoy en contra de la pena capital porque atenta contra la dignidad de las personas. Por extensión, también estoy en contra de la cadena perpetua y el perverso castigo que esconde: se convierte, de hecho, en una sentencia de muerte encubierta.

Por eso entiendo que la propuesta del Partido Popular es un fracaso. En gran medida deja en papel mojado el artículo 25.2 de la Constitución Española, que dispone textualmente: “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”.

En el fondo, insisto, queda en el aire un ligero tufo electoralista que lo impregna todo. Como si de populismo penal se tratara.

Más en twitter: @javierfumero

 
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