Para eso, que eliminen el debate

Este miércoles estuve siguiendo con atención el debate sobre el estado de la Nación. No se preocupen: ya me lo he hecho mirar. En este comentario dejaré al margen lo que dijeron los oradores. Quiero referirme ahora a dos asuntos colaterales.

Primero. Cada vez estoy más convencido de la inutilidad para el país de este paripé parlamentario. Nadie escucha al rival. No hay diálogo constructivo. Ninguno acude a las sesiones a parlamentar con sinceridad, a debatir en serio.

Se trata, por tanto, de una pantomima. Y eso, señorías, no nos lo podemos permitir: mucho menos en estos momentos.

Segundo. Cada vez llevo peor esa escena que se produce, año tras año, cuando los oradores principales abandonan la tribuna y se da paso a los partidos minoritarios. Es absolutamente impresentable la desbandada general de diputados, que huyen despavoridos por los pasillos a no se sabe dónde.

Pero, ¿esto qué es?

No es sólo una falta de respeto a los españoles que votaron a los candidatos de esas formaciones. Es un mensaje nefasto que envía la propia clase política a la ciudadanía, incapaz de cumplir un horario de trabajo establecido.

Ese día toca hemiciclo, debatir sobre la situación del país. Nadie puede argumentar que se marcha para trabajar en comisiones, desde el despacho, en la calle, a pie de obra. A mí no me vale esa explicación. Lo siento mucho.

Más en twitter: @javierfumero

 
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