La industria del cine se apunta al pataleo

Hay cosas difíciles de entender. La industria del cine es un clamor estos días. Se multiplican las quejas y lamentos por un sector en grave recesión y demandas de una solución desde arriba: el Estado debe ayudarnos más. No lo comprendo.

Entiendo el fondo del asunto: hay que proteger la cultura, el arte, el conocimiento. Y el cine lo es. De acuerdo. Sin embargo, que alguien me explique por qué hay que dirigir ahora el dinero de todos los españoles a un negocio mal planteado, anticuado y que necesita renovarse.

Internet está provocando una revolución en todos los órdenes. En la industria de las telecomunicaciones, en el sector servicios, en el mundo del entretenimiento y también en el periodístico.

Yo destacaría dos revoluciones fundamentales:

1) Por un lado, está cambiando la forma de consumir de los ciudadanos.

2) Por otro, caminamos hacia un mundo de nichos, de pequeños clientes, de mercados cada vez más segmentados.

-- A estos dos factores hay que añadirle un corolario, una circunstancia exclusiva de España, que agrava todo un poco más: la crisis económica y publicitaria.

Estas dos realidades (y la derivada estacional ‘made in Spain’) exigen un cambio valiente en las industrias, que ya no son sostenibles atendiendo al nuevo paradigma del mercado. Pero este giro exige valentía, determinación y hasta cierto espíritu juvenil.

Los viejos dinosaurios se resisten a admitir que la realidad ha cambiado y piden dinero público para subvencionar sus proyectos antiguos.

 

Los dos últimos fines de semana ha caído la asistencia a las salas de cine en España como nunca en los últimos seis años. Un drama, ciertamente.

El IVA es excesivo para el sector, sobre todo en comparación con los demás países europeos. Puede ser. La piratería está dinamitando los ingresos de la industria y España también es líder en este aspecto. Es posible.

Pero yo me hago otras dos reflexiones:

a) Creo que salvo honrosas excepciones, el cine en general (y el español en particular) es bastante mediocre para el dineral que supone acudir a una proyección en una sala tradicional; es decir, en primer lugar hay un problema de talento que nadie parece dispuesto a asumir.

b) El cine debe cambiar y adaptarse al nuevo modo de consumir de los ciudadanos, explorar nuevas formas de contar con imágenes que sea rentable para todos. La música ha comenzado a hacerlo. ¿Por qué se resiste el cine español?

Esto no se resuelve con financiación sino con propuestas creativas. No hablo de teorías. Pongo un ejemplo: Netflix, la compañía estadounidense de alquiler de DVDs y distribución de películas online, acaba de obtener en el primer trimestre de 2013 un beneficio neto de 2,7 millones de dólares (2,1 millones de euros).

En el mismo periodo de hace un año había perdido 4,6 millones de dólares (3,5 millones de euros). ¿Qué ha hecho? Una osadía. Netflix ha sido la primera plataforma que se ha atrevido a producir en exclusiva una serie de ficción para televisión.

El resultado de ese atrevimiento ha sido ‘House of cards’, creada por Beau Willimon, con David Fincher en la producción y Kevin Spacey de protagonista. El fruto de esta temeridad es el aumento de suscriptores en 3 millones de personas, hasta los 36,3 millones totales, respecto a finales del ejercicio anterior.

Renovarse o morir. La solución va en esta dirección. Pero no es lo más cómodo: eso es cierto.

Más en twitter: @javierfumero

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