Hispasat, Iberdrola y Repsol personifican una nueva tendencia del gobierno corporativo: adiós al consejero delegado

Petra Mateos, Ignacio Sánchez Galán y Antonio Brufau ejemplifican perfectamente (o lo harán próximamente, en el caso del consejero de Iberdrola) una nueva práctica de gobierno corporativo que destaca por prescindir de la figura del consejero delegado. ECD ha constatado cierta sorpresa en ámbitos financieros por la “caída en desgracia” de esta figura.

Petra Mateos, Ignacio Sánchez Galán y Antonio Brufau ejemplifican perfectamente (o lo harán próximamente, en el caso del consejero de Iberdrola) una nueva práctica de gobierno corporativo que destaca por prescindir de la figura del consejero delegado. ECD ha constatado cierta sorpresa en ámbitos financieros por la “caída en desgracia” de esta figura.

El consejo de administración de Hispasat aprobó el pasado 28 de junio, por unanimidad, otorgar plenos poderes ejecutivos a la presidenta de la sociedad, Petra Mateos. El objetivo de esta medida, según la nota oficial facilitada por la propia compañía, era garantizar el normal funcionamiento de la sociedad, tras la salida de la empresa del hasta esa fecha consejero delegado, Jacinto García Palacios.

Repsol YPF anunció el pasado mes de enero un nuevo esquema organizativo en el que su presidente, Antonio Brufau, también asumía todos los poderes ejecutivos. Se eliminó el cargo de consejero delegado y Ramón Blanco pasó a ser presidente de la Corporación Logística de Hidrocarburos (CLH).

Por último, Ignacio Sánchez Galán, actual consejero delegado de Iberdrola, ya ha sido reconocido como el sucesor del actual presidente, Iñigo de Oriol, que hará efectivo dentro de un año sin que hasta el momento nadie haya hablado en la eléctrica de la posibilidad de nombrar un sustituto.

Estos tres casos, fruto de legítimas decisiones, motivadas probablemente por juiciosas razones, han sacado a la luz, según algunos analistas, un tema de mayor calado: la pérdida progresiva de una pieza (la del consejero delegado) que nació precisamente para asegurar el buen gobierno corporativo en las empresas, entre otros cometidos.

Hay quien se pregunta, por tanto, si esta dinámica se hará extensible próximamente a otras sociedades, perdiéndose definitivamente esa figura de cierta importancia para la separación de las funciones entre el presidente y el máximo ejecutivo.

 

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