La última de Ryanair: una azafata deja en tierra a un pasajero alegando que la compañía no tiene por qué seguir la normativa de la Unión Europea

Le cuentan al Chivato unos hechos que tuvieron lugar a principios de agosto. D.O.R, de nacionalidad venezolana aunque con permiso de residencia en España desde hace ocho años –tiempo suficiente como para haber obtenido la nacionalidad española-, acudió al aeropuerto de Barajas para tomar un vuelo con destino a Santiago de Compostela. Iba acompañado de otra persona, también venezolana. Relacionados con el mundo universitario, acudían a la capital gallega para participar en unas jornadas académicas.

Al llegar a la zona de facturación, les comunicaron que el vuelo se había cerrado cinco minutos antes. Les aseguraron que podían llevar la maleta como bolsa de mano, previo pago de cuarenta euros. Tras pasar el control de seguridad, se dirigieron a la puerta de embarque correspondiente a su vuelo. La primera persona abonó los 40 euros en mano –por la maleta- a la azafata de Ryanair que atendía el embarque. A continuación, les solicitó la documentación a ambos.

Según ha podido saber El Chivato, D.O.R presentó su tarjeta de residencia como documento de identificación. Se trataba de un vuelo nacional, y según la normativa de la Unión Europea, esta acreditación es suficiente para viajar a cualquier destino en España e incluso a un país de la UE. De hecho, esta persona declaró que con esa tarjeta de residencia había viajado en varias ocasiones a diversas ciudades de España, a París y a Londres. Nunca tuvo ningún problema.

Pero esta vez, sí lo tuvo. La azafata le insistió en que debía mostrarle el pasaporte o no podría viajar. Tras una breve discusión, su acompañante accedió al vuelo. D.O.R se quedó en tierra, conversando con la azafata, que declaró: “Ryanair es una empresa irlandesa y está sujeta a sus propias normas; no tiene por qué seguir la reglamentación de la Unión Europea”.

Este ciudadano se vio obligado a acudir a la ventanilla de venta de billetes, adquirir un pasaje para el siguiente vuelo a Santiago de Compostela, volver a su domicilio a por su pasaporte y finalmente, de nuevo en Barajas, acceder al nuevo vuelo.

“Lo peor”, confesaba el afectado, “es que los dos billetes de ida que habíamos comprado por ochenta euros en total, al final ascendieron a 320 euros, incluyendo los 200 euros de mi segundo billete y los 40 de la maleta”. “La próxima vez, cogeré el tren”, declara apesadumbrado.

 

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