240.000 usuarios pierden el servicio de teleasistencia
El servicio de teleasistencia se ha ido colando en los hogares con personas mayores y personas con discapacidad como uno de los mejores servicios ofrecidos a los ciudadanos. Antes de que entrara la rapiña a saco se hablaba, incluso, de mejorar el servicio y ahora se suprime, salvo en aquellos ayuntamientos que todavía no lo han eliminado de sus presupuestos. A partir de ahora, serán las comunidades autónomas y las entidades locales las que decidan si incluirlo o no en su catálogo de servicios sociales. Todos sabemos que no será así. Para muchos dirigentes políticos estos asuntos no son prioritarios, como tampoco lo son los programas especiales de empleo local o la creación de cooperativas sacando a personas desempleadas del paro para dar respuesta a necesidades no satisfechas del mercado laboral. Las respuestas sociales que nos llegan son las que nacen de la iniciativa particular de personas que aún se dedican a la política por vocación, porque les parece un honor que sus vecinos les elijan y confíen en ellos. Vivimos de ejemplos de aislados, pero ¿quién nos dice que no somos capaces de desahuciar a algunos ocupantes corruptos y realojar a quienes nos devuelvan al carril del crecimiento y la justicia social?
