A Luis Aragonés, que lleva a España a su mejor comienzo en un Mundial, devolviendo la ilusión a una hinchada incrédula

Para que vamos a engañarnos. Muchos españoles se sentaron ayer frente al televisor con mediana ilusión y las mismas dudas de siempre. España se estrenaba en el Mundial y a todos nos asomaba a los labios la palabra cuartos, o Tassoti. Pero el juicio era equivocado. Luis Aragonés, el incrédulo, capaz de poner en entredicho una victoria frente a Egipto por 2-0, tenía un as en la manga, o más bien dicho llevaba toda una baraja. Ayer vimos a una Selección joven y preparada, que saltó al campo con la frescura del que juega a una pachanga de barrio y el orden prodigioso de un videojuego. Tocamos, y tocamos, y marcamos y marcamos hasta cuatro veces, en un prodigio para un conjunto apóstol de la sequía en las redes. ¿Quién pide más para un estreno? Que la fiesta siga y, aunque quedan agoreros de la tragedia, nadie podrá negar que la Selección nos hizo disfrutar por vez primera de un partido sin sustos, sin ansiedad: tan sólo la angustia de los que querían alcanzar la manita. Así sí, con estas ilusiones renovadas se puede afrontar un Mundial y lo que se ponga por delante. Guinda un equipo bien dirigido… por fin.

 

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