A Olga Sánchez, fiscal del 11-M que da por cerrada la investigación de los atentados a pesar de tantas preguntas sin contestar

Cuando una persona pone algo en duda puede estar equivocado. Pero cuando las voces que se formulan preguntas sin respuestas son tantas, no dejan de crecer y quien debe despejarlas se esconde, surge la indignación y la perplejidad. Esto es lo que ha ocurrido con el caso de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004. Sin entrar en hipótesis conspiratorias, ni nada por el estilo, la sociedad española no duda ya de los indicios que apuntan a una pésima actuación de algunos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de Estado en los meses previos a la masacre, por ejemplo. Por eso duele oír a la fiscal del caso anunciar que el caso debe ser cerrado. Mientras tanto, lloran las víctimas y familiares que no pueden asimilar que algunos de aquellos que velaban por su seguridad fueran negligentes ante los indicios que alertaban del atentado. Hace falta algo más. La ciudadanía quiere saber. Tiene derecho a ello. Hace falta que la justicia española sude un poco más la camiseta. El caso más importante de la justicia española en estos momentos, es el mejor ejemplo de nuestras carencias y debilidades como democracia. Guindilla a una chapuza que se quiere cerrar en falso.

 

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