Al procurador general de México, Abel Villicaña Estrada, que ha conseguido convertir la luna de miel de una turista española en un verdadero calvario

Lo que podía haber sido un incidente, desagradable sin duda, pero incidente sin más, se ha convertido en un auténtico peregrinaje por la justicia mexicana. En pleno siglo XXI no funciona la máxima de que “uno es inocente mientras no se demuestre lo contrario”. En México eres culpable si has sido víctima de las mafias o de cualquier delincuente que, para distraer la atención de la policía, le amarga la vida a una ciudadana extranjera. Ana María Ríos está en libertad, pero todavía no puede salir del país porque la justicia mexicana tiene que seguir investigando si lo que encontraron en su maleta es suyo o no. Lenta y caótica justicia, un sistema legal con grandes lagunas que provocará en esta joven gallega secuelas psicológicas de las que le costará recuperarse. La procuraduría ha demostrado una ineptitud propia de países tercer mundistas dañando la imagen de una Ana María trastornada, traficante y terrorista. Por todo ello va la guindilla a Abel Villicana, como máximo responsable de la “in” justicia mexicana.

 

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