Guerra civil: no remover más el pasado

Yo me solidarizo con las víctimas de la guerra civil, las de los dos bandos y las que se produjeron por las luchas y los odios en el interior de los dos bandos, que las hubo. Se da el caso de que en un pueblo próximo a Granada. Llegaron los milicianos izquierdistas y asesinaron a un joven delante de una de sus hermanas. Al poco tiempo llegaron un grupo derechista y asesinó al otro hermano delante de otra de las hermanas. Una hermana odió a un bando y la otra al otro. Pero es ejemplar la calidad humana y de reconciliación de muchas de estas víctimas. Acto seguido traslado al lector el testimonio de don José León Malagón, de Zagra, publicado en Ideal digital del 11 de septiembre. ”Con cierta frecuencia vengo observando con verdadero estupor cómo en algunas cadenas de televisión salen reportajes en los que se ven imágenes macabras y espeluznantes con fusilamientos incluidos. A mi modesto entender ello sólo conduce a remover el rescoldo de un fuego que nunca se debió iniciar. En una guerra todos somos perdedores, unos más, otros menos, pero todos al fin. En ambos mandos se cometieron atrocidades desmanes e injusticias. Lo que no se debe pretender ahora es inculcar a la juventud actual, que afortunadamente no vivió aquella contienda, que los de la zona roja fueron los buenos y los de la nacional los malos. Ni una cosa ni la otra. Hay que contar la historia tal y como fue. Se desencadenó una lucha fraticida en la que lucharon padres contra hijos, hermanos contra hermanos, y un largo etcétera más, que para qué enumerar. Después de haber transcurrido 69 años desde aquel fatídico año de 1936, no deberíamos volver a recordar aquellos acontecimientos tan inicuos como detestables. Lo que sí debemos pedir a Dios es el que jamás se vuelva a repetir. No removamos más el pasado. Ya es hora de que exista de una vez por todas una verdadera reconciliación sin fisuras. Yo soy también otra víctima de la guerra, y sin embargo nunca existió en mí ni el deseo de venganza, ni el odio, ni el rencor, sencilla y llanamente porque mi viuda madre así me lo inculcó. Y como prueba de ello y a título informativo diré que como maestro nacional, como graduado social y como corresponsal de las ya extinguidas corresponsalías de Previsión Social Agraria, siempre estuve en servicio de mis conciudadanos sin mirar el color político que tenían. Gestioné pensiones de manera altruista a guardias de asalto, carabineros y a suboficiales del Ejército Republicano. Es así como se debe conseguir la paz. Mi padre era guardia civil con destino en Huéscar (Granada). Aquí le sorprendió el Movimiento Nacional. Todos los guardias del puesto, acompañados de otras tantas personas hasta un total de 32, una vez desarmados, fueron vilmente fusilados por el ejército republicano en la vaguada que existe detrás de la Venta del Amparo del término municipal de Huélago (Granada). Mi madre quedó viuda con sus tres pequeños hijos de 5, 3 y 1 años y además embarazada. En Huéscar permaneció sola sin hogar donde cobijarse y sin nadie conocido que le pudiese tender una mano. Tuvo que mendigar de puerta en puerta para poder sobrevivir. La Providencia Divina le deparó una santa mujer, viuda como ella, Laureana Soriano que nos acogió a todos en su modesta vivienda como unos miembros más de su propia familia. Y yo pregunto: ¿Tengo razón al afirmar que también el Ejército Republicano realizó actos abominables, deplorables e injustos? Por favor, ¡¡Basta ya!! de promover e incitar al odio y al resentimiento

 

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