Implantación de una laicidad positiva

La personalidad de Benedicto XVI conjuga la doble condición de pensador riguroso y padre espiritual, con una búsqueda permanente del equilibrio entre la razón y la fe. En sus encuentros en Francia con autoridades e intelectuales se puso en práctica una fórmula de entendimiento entre la Iglesia y el poder político que debería marcar la pauta en los próximos tiempos. En efecto, el "laicismo positivo" abre espacios suficientes para desarrollar las señas de identidad cristianas de Europa sin perjuicio de la separación entre ambas instancias.

El punto de partida es la libertad religiosa, el respeto mutuo y la cooperación activa, principios incompatibles con el laicismo agresivo y la pérdida de las referencias morales que -por desgracia- ganan posiciones en nuestro país con el aliento del propio Presidente del Gobierno. Por contraste, Sarkozy está dando la talla como un gobernante capaz de mantener un diálogo abierto y sincero sin renunciar a las bases constitucionales que sustentan la república francesa. En el terreno pastoral, el Papa ha llegó al corazón de los enfermos con sus palabras en Lourdes sobre la sonrisa de la Virgen María y el valor moral del sufrimiento, a partir de un mensaje ilusionante sobre el "retorno de Dios" como signo de nuestra época para reforzar la presencia de los cristianos, especialmente a los jóvenes, en el espacio público con valentía y sin complejo. 

 ¿El correcto recibimiento al cardenal Secretario de Estado del Vaticano, por parte del Gobierno, es simplemente un acto de alta diplomacia o un sincero acercamiento hacia la laicidad positiva?

 

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