Irresponsable por distraído

Han pasado los meses de julio y agosto. Sea por los calores o por el aburrimiento acumulado, seguimos todavía, desde hace meses y meses, presenciando el espectáculo que brindan nuestros políticos. Desde las segundas elecciones generales que se celebraron el 26 de junio, tiempo ha habido para que cada cual asuma sus responsabilidades y se pongan de acuerdo en quién formará gobierno. Y no parece poco.

Tras meses mareando la perdiz, lo único que se les pudo ocurrir tras el 20-D fue volver a convocar elecciones para que los ciudadanos repensáramos qué hicimos mal para haber elegido a semejantes representantes. Primer “yo no he sido”. Paradójicamente, como los partidos no hicieron satisfactoriamente su trabajo, fuimos los ciudadanos de a pié, que no sabemos elegir bien, quienes debimos repetir el examen.

Y lo repetimos. Con pocas ganas y mucho voto por correo para ganar en comodidad. Y el resultado, obviamente, fue similar. ¿Cómo no iba a serlo, si se presentaban las mismas candidaturas, las mismas personas, en todas y cada una de las circunscripciones electorales, con los mismos programas, con los mismos discursos y con los mismos líderes? Y de aquellos polvos vienen estos lodos porque, tras la fallida investidura de Mariano Rajoy, el país sigue, ellos siguen y nosotros seguimos tal como estábamos en diciembre pasado.

¿Quién tiene la culpa? Ese es ahora el tema. Ninguno. Segundo “yo no he sido”. Eso es lo que nos dicen, pero podemos constatar que no todos los actores cumplen con el papel esperado, que hay distorsiones extrañas. Que PP y C’s pacten parece normal. Casi tan o más normal a que lo hagan C’s y PSOE. Ya no lo parece tanto que alguno de estos lo alcance con el revival comunista remasterizado creado por el desencanto. Lo que se hace raro es que sea el PSOE el que cierre puertas a cualquier diálogo parapetándose en el no por el no, sin otro argumento mejor.

Pero más extraño parece que empecinadamente Pedro Sánchez pretenda alcanzar alternativas imposibles entre aquellos cuyas fuerzas y credibilidad van menguando de elección en elección. Si un candidato que alcanza 170 apoyos es inviable, ya me dirán que futuro le espera al que parta con 85 y tenga que aunar un puzzle ideológico de imposible encaje. Es una evidencia que la persistencia en la que se ha encastillado Pedro Sánchez, y con él el PSOE, es incompatible con evitar unas terceras elecciones.

Si, por otra parte, la responsabilidad última de la situación actual fueran los intereses electorales en Galicia o en Euskadi deberíamos cuestionar a aquellos partidos que ponen por delante del interés general de los ciudadanos y del Estado, los intereses de sus propios partidos en la gobernabilidad de algunas comunidades autónomas.

¿Recuerdan la canción infantil? Una señora iba de paseo rompiendo los faroles con su sombrero. Ella no era la culpable, ni era su sombrero, ni siquiera su plumita. Al final fue su piojito, por distraido. Esto es, el piojito es el vil elector, las pocas luces de los electores que no saben elegir. Y por eso volvemos a votar. A ver si aprendemos a hacer las cosas bien.

Y yo me pregunto, ¿cambiarán ahora las listas, los programas o los líderes? ¿Nos aportarán algo nuevo que haga reconsiderar el voto?

Si al final se alcanza un acuerdo se olvidarán otras circunstancias, porque tendremos objetivos y metas nuevas. La insistencia, la perseverancia, el interés general, el convencimiento de que España no se merece lo que está sucediendo harán olvidar el charco donde llevamos estancados demasiado tiempo. Lo hecho ahora por unos y por otros será valorado de forma más severa en las próximas elecciones.

 

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