Libertad de prensa y palabras vacías

Parece ser que la libertad de prensa existe cuando empresarios con suficiente capital como para poder tener negocios de prensa, televisión, radios, etc. pueden decir lo que les da la gana –que suele ser lo que conviene a sus intereses económicos-, y cuando son privados, (olvidando que también lo son de concesión y por lo tanto servicio publico,) decir o callar, poner énfasis o quitar importancia, llevar a portada o dos renglones en el lugar donde se sabe que no lo leerá nadie.

Parece que sus columnistas, y en sus secciones de opinión (que a veces, por cierto, se confunden con noticias) pueden meterse con quien les plazca y criticarlos tan duramente como quieran. Nosotros, los lectores, no podemos meternos con sus medios, ni criticar a sus "opinadores", ni mucho menos a las empresas que les pagan por publicidad.

Por ejemplo: El señor de extrema derecha llamado Jiménez Losantos, puede apoyar una guerra inmoral, perdón por la redundancia, apoyar a genocidas como Bush, justificar golpes de estado, digamos del 36, dictaduras fascistas, llamar terroristas a quienes resisten invasiones, libertadores a quienes invaden países para robarles hasta el agotamiento, poner gobiernos títeres, torturar gente en cárceles, violar a niños, mantener bases militares en países donde no los quieren, y hacer de ellas campos de concentración donde se niega todo reconocimiento a los derechos humanos, etc. Por si alguien no se ha dado cuanta, hablo de Guantánamo.

En fin, puede defender crímenes contra la humanidad siempre que estos se cometan en nombre de la "libertad, la democracia" y toda esa retórica que hace perder su sentido a las palabras. Puede defender que se asesine, eso sí, siempre que se haga de uniforme y con aviones de guerra como dios manda.

También se puede decir que utilizar el condón es pecado y al mismo tiempo contratar locutores y tertulianos con estas ideas. Todos sabemos en qué sentido se suele hablar de cosas tan importantes como libertad, prensa, democracia, pluralismo: con la retórica demagógica con la que han vaciado de contenido, a fuerza de manidas, el valor de la palabra.

Para acabar, otro ejemplo de lo que llaman libertad: un empresario de cualquier parte del planeta puede ir a cualquier otro. Un trabajador, no.

 

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