¿Maestros o profesores?

La mayor parte de la culpa de la situación actual que padecemos y que sufriremos más aún con las generaciones venideras, reside en las sucesivas reformas educativas, que han minado tanto la capacidad docente como su autoridad y han limitado hasta lo indecible lo que hay o no que enseñar por intereses partidistas.

No se encuentra el sistema educativo precisamente para andar con florituras lingüísticas a la hora de definir el trabajo de los encargados de formar y de transmitir los conocimientos a los escolares. El problema de fondo es muy complejo; pero me resisto a pensar que el maestro de toda la vida haya pasado (casi por imperativo legal) a ser un simple funcionario de la educación por culpa de la pérdida de valores en que nos movemos en medio de tanto consumismo.   Muchas de las claves de esta progresiva decadencia en el nivel educativo se observan en los estudios realizados por especialistas, las encuestas y los informes, que son reveladores del alarmismo existente entre la comunidad escolar y los padres por los casos de acoso, desobediencia, falta de autoridad y las agresiones físicas. Pero la mayor parte de la culpa de la situación actual que padecemos y que sufriremos más aún con las generaciones venideras, reside en las sucesivas reformas educativas, que han minado tanto la capacidad docente como su autoridad y han limitado hasta lo indecible lo que hay o no que enseñar por intereses partidistas. Antes, y no hace demasiado tiempo, los padres iban a hablar con los maestros y hasta les animaban a darles algún “soplamocos” al niño en cuestión si se salía de madre.   Ahora, además de sólo ir a ver a los profesores cuando las notas van mal, poco menos que les advierten de que tengan cuidado con lo que le hacen o le dicen a su hijo, porque lo denuncian. Antes los padres educaban a los hijos en casa, y en el colegio los niños aprendían conocimientos y demostraban la educación que recibían en sus hogares. En los últimos años, sin embargo, los padres están convencidos de que entregan a sus hijos a los colegios para que se los devuelvan educados, y, por si fuera poco, las condiciones laborales les impiden a demasiados estar con ellos; como mucho, un par de horas al día.   Este nuevo escenario en el que se desarrolla la educación, tan cambiante y a la vez tan convulso, contribuye a que cada vez sean menos los utópicos que se atrevan a responsabilizarse de los escolares con actividades antes tan tradicionales como excursiones, visitas guiadas o viajes de fin de curso. Más bien se conocen demasiados casos de estrés, de baja por depresión… ; las posibilidades de tener que visitar un hospital o la comisaría por causa de los alumnos aumentan proporcionalmente a la edad de los escolares, por lo que –repito- muy pocos maestros se arriesgan a extralimitarse en las funciones docentes para abrir los ojos de los escolares fuera de las aulas. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, los videojuegos, los ordenadores y la televisión - da igual el orden-, se han convertido en los sustitutos de los progenitores en casa para la educación de sus hijos.   Ante tal despropósito, unido a actividades extraescolares hasta la extenuación para tener todo el tiempo de los menores ocupado y que los padres puedan descansar tranquilos, es tan habitual encontrarse a un niño dormido en clase por madrugar para ver los dibujos animados, como que los adolescentes cada vez empiecen a trasnochar antes por carecer de hábitos de estudio y de diversión. Y para colmo, si ahora quieres llevar a tu hijo al colegio que te gusta, tienes que andar con engaños de empadronarte en otro sitio y hasta equivocarte a propósito en la declaración de la renta para superar las trabas de la Administración y obtener los puntos necesarios para que reciba la educación que deseas. Con este panorama está claro que las soluciones no pasan por leyes ni por medidas revolucionarias, sino por el sentido común que aplicaron siempre los maestros de antaño con muchos menos conocimientos y posibilidades que ahora.   Un maestro que tuve en el colegio logró demostrarnos a todos durante varios años y distintas asignaturas, que la frase suya de que "la cultura es lo que queda después de haberlo olvidado todo", es más que cierta con el paso de los años. Él lograba acabar siempre el temario de Arte, y encima nos enseñaba las últimas tendencias pictóricas. Y, por si fuera poco, nos llevaba al cine, de excursión por el Románico palentino y hasta le daba tiempo a enseñarnos a escuchar todo tipo de música. Por eso, una vez comprobado que la letra ya no necesita entrar con sangre, tal vez sólo haga falta, para empezar, un poco de imaginación por parte de los profesores y un mucho de educación y responsabilidad de los padres para que la aprendan los hijos. No es fácil, pero ya lo dice la palabra, hablamos de educación en todos los sentidos.

 

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