Matar a uno para curar a otro

No se puede matar a una persona para curar a otra. Es una monstruosidad engendrar seres humanos como almacén de piezas de recambio para trasplantes, y después destruirlos.

Por esto, se deduce que son éticas las intervenciones médicas sobre el embrión humano cuando, como las acciones sobre cualquier otro paciente, tienen como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia. Los embriones vivos, viables o no, han de ser respetados como cualquier persona humana: si la investigación en ellos puede ser ética, la manipulación experimental no lo es. Los embriones humanos obtenidos in vitro son seres humanos con dignidad y derecho a la vida, y es inmoral producirlos para su explotación como material biológico: el ser humano ha de ser respetado por sí mismo, y no puede quedar reducido a puro instrumento en beneficio de otros.

Con la aprobación de esta nueva Ley, el investigador se hace dueño y señor de vidas ajenas, y determina arbitrariamente a quién mandará a la muerte, quiénes serán los “embriones sobrantes” que no serán transferidos al cuerpo de la madre. Aún más se trata de una manipulación demagógica, sobre todo cuando se silencia en todos los medios de comunicación la verdadera realidad del problema, vendiéndolo como un avance para curar al enfermo, pero no añaden que para curar al enfermo hay que matar a otros.

 

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