El Papa amigo de los jóvenes

Al final de la tarde del 16 de octubre de 1978 en la chimenea de la Capilla Sixtina aparece la fumata blanca, era el anuncio de que había sido elegido el nuevo Papa, lo que nadie podía imaginar que ese humo era un volcán. Un volcán que cambió la historia demoliendo el muro de las ideologías que dividía el mundo físicamente en Berlín.

Juan Pablo II, el Papa que llegó a Roma procedente de la Iglesia del silencio, fue un campeón de la libertad que amó con pasión al hombre. Él fue un hombre excepcional, un cristiano ejemplar y un Papa providencial que se empeñó en alentar, sin complejos y sin miedo, la presencia elocuente de la Iglesia en medio del mundo.

Era el primer pontífice polaco: el primero de ese país que llegaba a la sede de Pedro.

El domingo 22 comienza la solemne misa inaugural en la plaza de San Pedro y en su primera homilía ya se dirige como un viento impetuoso: “Os lo suplico; os lo imploro con humildad y confianza; dejad a Cristo que hable al hombre” ¡No tengáis miedo! Cristo conoce lo que hay dentro del hombre. ¡Sólo Él lo sabe!”

Desde el primer momento los jóvenes se mantienen firmes, vitoreando al Papa, resistiéndose a marcharse. Se abre la ventana del estudio privado y aparece Juan Pablo II, gritando con fuerza a esos jóvenes: “¡Vosotros sois el porvenir del mundo, la esperanza del Papa, la esperanza de la Iglesia!”, ese fue su primer encuentro con los jóvenes que ya no lo dejarían en todos sus viajes.

Todos esos jóvenes de aquellos años, han madurado y en sus vidas han quedado marcadas para siempre esas palabras, porque marcó un camino que demostró con su ejemplo y testimonio, hasta el final. Con su bastón en la mano, no venía a imponer sino a proponer.

Y, no quiero dejar de recordar su amor a “Maria” como a él le gustaba llamar a la Virgen, y las palabras que pronunció –dirigidas también a los jóvenes- en su viaje a Fátima el 13 de mayo del año 2000: “La Virgen necesita de vosotros para consolar a Jesús, triste por las ofensas que se le hacen; necesita de vuestras oraciones y sacrificios por los pecadores. Pedid a vuestros padres y profesores que os apuntes en la escuela de la Virgen para que os enseñe ser como los pastorcillos de Fátima”.

Me consta que son muchos los millones que acogieron sus palabras y las siguen manteniendo firmes, siempre te tendremos en el recuerdo Juan Pablo.

 

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