El Periodismo de todos

Una de las muestras de la depresión mediática en la que mayoritariamente ha caído la prensa, es la imposibilidad de poder distinguir información y mercancía. Ello porque en lo últimos meses algunos periódicos han pasado a manos de grupos económicos que pretenden soslayar el papel que la prensa venía cumpliendo desde hace un buen tiempo. Con ello, el periodismo pierde objetividad e independencia. Por querer ganar audiencias a las corporaciones publicitarias, que al fin y al cabo, llenan las planas de los periódicos hasta tal punto que no es información lo que los lectores reciben sino publicidad. Los medios escritos han perdido lo que todo lector reclama: confianza y credibilidad. No quiero caer en generalizaciones porque no son buenas, pero sí escrutar una realidad que ha inoculado a no pocos medios de prensa. En medio de dicha evidencia, baste decir que el periodismo se ha vuelto más complaciente a los intereses económicos, perdiéndose en la desidia de lo crítico, del análisis serio y agudo. Ni que hablar de aquellos medios que se dejaron pilotear por regímenes autoritarios y que a su vez, creyendo maniobrar el poder mediático para desinformar a la ciudadanía y llegar a buen recaudo financiero, permitieron que sus convicciones por la verdad naufragaran a la deriva en un mar hastiado de corrupción política. El amarillismo le ha hecho tanto daño a la prensa que cuando los lectores se detienen a mirar las primeras planas en las esquinas de las ciudades, perciben la sensación de asistir a un acto público escabroso, producto de un sensacionalismo que se olvidó que las personas también tienen dignidad. Este decoro humano es el que hoy le exige a la prensa terminar con ese amarillismo que aún prolifera y corroe lenta pero eficazmente la verdadera libertad de expresión, con lo cuál busca ciegamente sin darse cuenta, el suicidio mediático. Por tanto no sólo los regímenes autoritarios ponen en riesgo este valor democrático sino que es la misma prensa amarillista la que paradójicamente queriendo teñir con más atención las planas y lejos de buscar un "periodismo de las luces" (en términos de Ignacio Ramonet, Director de Le Monde Diplomatique), más bien ha oscurecido confusamente la verdad que con tanta alevosía pretende buscar. Estos medios, con dicha actitud, anulan la misma libertad que suelen defender, quedando sujetos a la esclavitud del “desdibujamiento” extremo de los hechos informativos. También incluyo a aquellos que, arrogantemente se creen infalibles y que no aceptan bajo ningún argumento siquiera un milímetro de autocrítica. Son aquellos que tienen la valentía de enfrentarse opresivamente a un ciudadano débil y desamparado. Pero que expresan su cobardía cuando la sociedad les exige mirarse al espejo de la verdad para que ellos mismos evidencien sus deformaciones. No quiero dejar de congratular a medios como éste, que felizmente sí existen, y que son ejemplo claro de una prensa que no contrae matrimonio alguno con intereses personales, económicos o sectoriales. Aquella que no se resquebraja ante la opulencia ni que por asumir tal actitud caiga tampoco en la fatuidad mediática. Una muestra de ello es que saben acoger una adecuada separación entre el libre pluralismo de opinión y la búsqueda incansable de la verdad en los hechos. Antagónicamente, la lejanía entre los hechos y la verdad, el casi difunto rigor periodístico, realidad con la que conviven los medios aludidos al inicio de este artículo, han generado el resquebrajamiento de una sociedad envuelta por la modorra ética e intelectual. La sociedad bien pensante le demanda a los medios informar convenientemente a los ciudadanos, mas son muy pocos los que cumplen este brillante cometido. A pesar de esta alicaída realidad, aún mantengo firme la esperanza de que esta situación se revierta, pues todo ciudadano con sentido común y con una conciencia bien formada, no permitirá que la prensa caiga en el hondo abismo donde habitan falacias y verdades mal cuajadas que se pierden en el espacio y el tiempo. Este ciudadano y el arriba firmante apuestan por un periodismo que con la verdad ilumine a una sociedad sumida en la oscuridad informativa.

 

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