Puerta de la tiranía

Acabo de escuchar que en la provincia de Valencia se produce una media de dos denuncias diarias por parte de padres que son maltratados por sus hijos, y ello me trae a la mente a Sócrates… a Platón, y en concreto a “la República”, donde afirma que en democracia nace en el padre el hábito de considerarse igual a sus hijos y de temerlos, y recíprocamente, en los hijos con respecto al padre, hasta el punto de que ni respetan ni temen a sus progenitores para dar fe de su condición de hombres libres (La República 562e).

Y esa es justo la situación que padecemos, con una serie de circunstancias a tener en cuenta: Esos dos casos de media diarios, que son perfectamente extrapolables a cualquier provincia española, no son sino la punta del iceberbg que es el auténtico problema; y lo que es peor, no es sino uno de los logros del sistema educativo, y en conjunto del sistema democrático, que como logro es a su vez tenido por una sociedad que ya no sabe distinguir entre bien y mal.

Esta situación es aprovechada por el estado opresor para pronunciar un nuevo canto de cisne, proclamando lo malo que es la situación, pero callando que él, y sólo él es el responsable directo de tal situación. Él, es estado democrático, ha proclamado durante décadas que los padres, los educadores… cualquiera que esté implicado en la educación de un niño o de un adolescente, no es sino un enemigo a batir por ese mismo niño. Véase desde “el libro rojo del cole” hasta “educación para la ciudadanía”, pasando por las reglas “éticas” que a lo largo de las últimas décadas han sido mostradas como ejemplaridades democráticas dignas de ser emuladas, tanto en la escuela como en el sistema educativo no reglado, representado por los medios de manipulación de masas conocidos como medios de comunicación.

El sistema no admite que los padres ni los educadores corrijan a los hijos y educandos. Eso, afirman, es un acto de autoritarismo. Pero cuando los acontecimientos alcanzan situaciones que ellos mismos tildan de “alarma “social”, son justamente ellos quienes sacan a flote calificativos desautorizadores al mayor de los niveles, abrogándose en ese caso, la condición de juez justiciero. El cachete, la sanción cariñosa, la educación, así, nada tiene que ver con un sistema democrático. Lo que tiene que ver con el sistema democrático es que el estado, y sólo el estado es quién puede sancionar, en tal caso sin límites, a quien contravenga sus instrucciones, sea al padre que corrige amorosamente al hijo, sea el maestro que corrige pedagógicamente al alumno, sea al hijo o al alumno desmadrado que no obedece a pie juntillas las instrucciones de su amo y señor.

Lo que consiste, en definitiva es dejar claro que quién únicamente tiene derecho a marcar el camino, quién únicamente tiene derecho a corregir, no son los padres, sino el estado. Es así, la situación, sólo un escalón en uno de los objetivos ligeramente superiores en la escala de prioridades del estado opresor: la destrucción de la familia.

Y la familia, en algún momento tendrá que plantearse si prefiere la existencia de un estado que ya no tiene justificación, o la existencia de quién creó el estado para que le sirviera: la familia. Y actuar en consecuencia.

 

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