¿Hasta cuándo Sr. Peñafiel?

Es táctica de gran número de personas y práctica habitual de infinidad de especies animales, adoptar el papel de víctima cuando tras atacar a su presa el ataque resulta fallido; otros, como el calamar escupen su peculiar tinta como elemento de defensa para evitar un mal propio. No sé en cual de los dos tipos expuestos se podría enmarcar las "supuestas" maniobras practicadas recientemente por el veterano periodista Jaime Peñafiel. Periodista que no se cansa de presentar en su mano izquierda su condición de "juancarlista", mientras que con la derecha arremete sin escrúpulos contra cualquier circunstancia que aglutine a los futuros "felipistas", buceando en las aguas más turbias de la libertad de expresión para menoscabar la imagen de los Príncipes de Asturias y especialmente la de Doña Letizia. Hace un mes aproximadamente; se pasó "siete pueblos" como diría algún castizo, con aquello de que la visita de la Princesa al modisto Lorenzo Caprile para seguir ampliando su fondo de armario, había provocado el colapso circulatorio del centro de Madrid y la desagradable sorpresa a los vecinos que habían visto como la grúa se llevaba sus vehículos debido a las desproporcionadas medidas llevadas a cabo para garantizar la seguridad de una visita desprovista de cualquier atisbo de oficialidad. No tardó mucho en desdecirse, siempre con matizaciones, excusándose en una mala interpretación de la señora que tan amablemente le había facilitado la información. La semana pasada fue el consabido asunto de su inestimable amiga "embrióloga", de cuya labor siempre le estará agradecido el Instituto Valenciano de Fertilidad por la publicidad realizada; de nuevo quedó zanjada la anécdota con la supuesta demencia de la confidente, que no del informante, y creando un mar de dudas en aquellas personas que hacen de la caja tonta su particular fuente de sabiduría. Mi profesión algo tiene que ver con el periodismo, pero algo he oído sobre conjugar la libertad de expresión con el código deontológico, con la ética profesional, con contrastar las fuentes, con rigor informativo... etc., y compruebo como un señor que debía ser ejemplo para los que empiezan en esa actividad profesional, apunta una y otra vez hacia actitudes y comportamientos más propios de la "información basura" con la que Organismos, Asociaciones y hasta los propios grupos de comunicación tratan de luchar. En cualquier profesión, errores como los descritos dan lugar a ceses, dimisiones, cambios de puestos de trabajo o revisiones salariales; sin embargo el "cronista real" se mantiene al margen de los usos empresariales, casi tan al margen como lo está de la realidad que describe. Y yo me pregunto: ¿Quién le protege, le respalda y le apoya? ¿Por qué nadie del resto de la profesión periodística manifiesta públicamente lo que de él se dice en ámbitos privados? ¿Qué intereses hay detrás para que de una forma casi obsesiva intente minar la imagen de la Princesa de Asturias? ¿Cuándo será consciente de que su información siempre tamizada por su propia subjetividad ya no tiene crédito? ¿Hasta cuando tendremos que aguantar sus errores sin que nada haga nada por remediarlo?

 

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