De la Vega, vestidita de azul

Ayer, al igual que todos los viernes, he estado esperando con ansiedad la aparición en televisión de la Vicepresidenta del Gobierno, señora Fernández de la Vega (y no de la Vogue como algunos vilipendiosos se empeñan en nombrarla). Confieso que para mí el interés en verla y escucharla tiene que ver más con su elegante aspecto que con el contenido de las aclaraciones y referencias de los temas tratados en los Consejos de Ministros. Y es que confío plenamente en la competencia de los miembros del Gobierno con su insigne Presidente a la cabeza, así que no me preocupo de ellos. Lo que sí me llama la atención es la elegancia permanente de la que hace gala la señora Vicepresidenta. Es un derroche de variedad y originalidad. Un claro ejemplo del exquisito gusto de las señoras Ministras del actual Gobierno socialista y del que ya ofrecieron una primicia en una conocida revista de glamour. Presiento que, desgraciadamente, de seguir -como deseamos muchos ciudadanos- con tal profusión de modelos pronto va a agotar las existencias y la imaginación de sus habituales diseñadores. Sería una pena porque se perdería el factor sorpresa al que nos ha acostumbrado. En este sentido, he oído a personas muy enteradas, que ya se están realizando algunos encargos para la próxima temporada de primavera (esto es importante y esperanzador porque quiere decir que el Gobierno espera seguir en sus puestos por lo menos hasta el verano). Al parecer la línea seguirá estando marcada en general por las chaquetillas entalladas y con cuellos altos que tan bien la sientan. Los tejidos tipo cretona en tonos pastel con discretos dibujos geométricos y sin adornos que puedan destacar en exceso, sobre todo, que no reluzcan con los focos de la sala de prensa. Respecto a las prenda inferiores externas se optará por pantalones, tipo malla, con ligeros ensanchamientos a la altura, o bajura, de la corva, casi llegando al tobillo. La verdad es que en este tipo de prendas no suele prodigar tanta elegancia. En cualquier caso lo suple con su porte eréctil y firme, que no estirado. Los proveedores habituales (cuyos nombres no voy a decir para no ponerles en evidencia y no sea el caso que alguno de los de siempre roído por la envidia intente perjudicarles) ya están manos a la obra, puesto que la demanda es francamente abundante. Especial interés tienen los complementos y maquillajes. Suele practicar con ellos una afortunada coordinación y equilibrio. Casi siempre a juego con los tonos de la ropa. Me llamó particularmente la atención, hace cosa de cuatro semanas, la sombra de ojos de tenues, pero presentes y precisos, tonos malvas con matices azulados. Era exactamente el color de la graciosa chaquetilla que vestía en aquella ocasión. Encantadora. Derroche de equilibrio y armonía. Las "pasminas", bufandas, estolas, pañoletas-soirées (léase cultamente suaré), y pañuelillos dan un toque de color adecuado y, casi siempre, son el contrapunto al resto de prendas. En relación con estos complementos sólo decir que creo que no debe exagerar. Hay veces que aparece excesivamente embozada con ellos. No debe temer mostrar su cuello. Es un cuello alto, como diría el clásico: "como el de un cisne". No debe ruborizarse (venciendo su tendencia natural) y dejar el cuello al natural. Ya sé que algunos energúmenos y gente poco delicada intenta hacerse el gracioso señalando no sé qué pliegues. Muy ocurrentes. De todos modos, este viernes esperaba que apareciera en color azul. Además de sentarla muy bien, y de ser el color litúrgico propio de la festividad del pasado jueves, me hubiera evocado una entrañable canción de mi niñez.

 

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