Dos abismos políticos

El abismo de la mentira y la torpeza está lleno de políticos que con cierta desfachatez le han hecho olvidar al pueblo su propia dignidad

Aristóteles precisó que el hombre es por naturaleza un animal político, pero olvidó quizás señalar que a veces son los políticos quienes convierten al hombre en su condición de animal, porque lo limitan, lo cohíben, lo coaccionan a ser un servil, sumiéndolo en la más flagrante ignorancia. Esto es lo que sucede en algunos países de América Latina, como Cuba y Venezuela, donde no existen libertades sino más bien opresiones.

El término "democracia" se encuentra tan manoseado astutamente por los gobernantes de esta región, que a veces confundimos y creemos que el autoritarismo y el populismo son remedios para nuestras enfermedades sociales, olvidando que por el contrario se pueden convertir en el arma más nociva para causar nuestra muerte. La corrupción por ejemplo es una de esas cosas que se prostituye alegre y procazmente en los sectores públicos de los gobiernos de tinte demagógico. Este mal ha generado una úlcera en el corazón de América Latina, una enfermedad que, si no es enfrentada como se debe, puede terminar haciendo de esta región la más vergonzante del mundo.

¿Qué culpa tiene la democracia de que aún existan en América Latina políticos tiranos que usurpan los derechos del pueblo y que con el descaro más reprochable, se adueñan de la prensa, violan derechos humanos y dirigen fábricas de pobreza? Es cobardía la que les sobra y valentía moral la que les falta al momento de tomarse en serio el desarrollo de sus países: protegiendo las libertades individuales, fomentando la propiedad privada, respetando la libertad de prensa, promoviendo una economía de mercado sólida, propiciando un igualdad ante la ley y sobre todo, fortaleciendo las instituciones.

La diferencia que existe entre los políticos económicamente responsables y los populistas es enorme y se parece mucho a dos abismos, uno al frente del otro mirándose entre sí, pero separados por inmensas cantidades de democracia sólida y coherente. Del lado del abismo autoritario y demagógico se encuentran Castro y Chávez, mientras que en el otro podemos mirar a Ricardo Lagos, quien a puertas de dejar el mando chileno, representa el mejor ejemplo de una forma seria y responsable de hacer política. Pero quienes se encuentran del lado del abismo populista padecen de ceguera moral para mirar a quienes tienen en frente, creen que su modelo anacrónico y despótico puede llevar al progreso, sin darse cuenta que a pocos pasos pueden caer estrepitosa y alevosamente sus seguidores y caudillos.

La distancia entre estos dos abismos también refleja claramente la diferencia entre la mediocridad política y lo políticamente incorrecto. Muchas veces los latinoamericanos han sido vilmente engañados por caudillos improvisados que dicen caminar por el desarrollo, pero que se acuestan con la corrupción. No son caudillos, sino "lobos feroces" que amordazan a millones de inocentes ciudadanos, creyendo éstos que caminan hacia la cima de la verdad, pero que terminan hundiéndose en el abismo de la mentira. Existe un instrumento para saltar del abismo de la insensatez política al de la cordura y éste es la educación.

Curiosamente ha sido ésta la más mencionada en los demagogos y la que menos presencia tiene en la ciudadanía al momento de tomar decisiones. El abismo de la mentira y la torpeza está lleno de políticos que con cierta desfachatez le han hecho olvidar al pueblo su propia dignidad. No podemos por tanto soslayar la necesidad de usar a la educación como un aliado para sacar a América Latina de la penosa situación política en la que se encuentra sumida. Quizás sea vértigo el que sintamos al momento de mirar la profundidad del abismo que nos separa, pero debemos pensar que nunca es tarde para imaginar y construir desde ahora una América Latina cuyos políticos que la dirigen, tengan la suficiente autoridad moral para respetar y promover los derechos de los demás.

 

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