Mi actor favorito, el compañero ideal

Ahora, Barberito... (don Luis) pues viene lo de siempre, ya sabes: ¡qué bueno era, qué buen cómico, qué gracioso, qué tío más honrado...!

En fin... ¡Es la monda! Qué dirías tú, en forma tal que con ese simple "bocadillo"  y tan sólo por tu gracia personal, con la susodicha frase insustancial e insulsa, conseguías arrebatarle una sonora carcajada a la platea. 

Jardiel dijo: "Si quieres que hablen de ti, muérete cuanto antes".

En fin, yo sé que no lo has hecho por eso, pues si a alguien le daba igual lo de la fama y la popularidad, era a ti, Luis, un actor que nunca abordó sus interpretaciones bajo la técnica Stanislavsky o Grotowski, sino que lo hacía simplemente "por la nómina", tan necesaria e imprescindible para un auténtico profesional padre de familia y con mucha vocación y talento natural que de eso doy fe que andaba sobrado, y aunque en los últimos años apenas nos hemos tratado, hoy que nos has hecho el último regate, tengo que confesar que aún creyéndome ya solo y abandonado, no lo estaba aún del todo, Barberito.

Y es que tu ausencia, Luis, me hace ver que siempre, siempre, hay y habrá una soledad más cruel, un hueco en el pecho mayor, un olvido más atroz, un viento gélido más escalofriante y entumecedor de éste mi debilitado sentir.

Siempre, amigo, se puede apretar una vuelta más la tuerca de ese infinito dolor provocado por la ausencia. Por la falta para siempre ya de seres que como sin querer hemos querido. Y en mi caso, el mérito sólo era tuyo Luis, buen hombre, siempre optimista, abierto y soñador...

No es justo, amigo, esta faena lo rompe todo. Tu última y definitiva gracieta me muele el alma y sólo remonto  imaginándote feliz en una secuencia final de cine mudo en la que te veo  alejarte con Chaplin al lado, del bracete, con vuestros peculiares andares, volviéndoos de tanto en tanto muertos de risa ambos al vernos con dos palmos de narices, mientras la imagen cierra a negro en circulo sobre vuestras figuras en blanco y negro.

Y lo cierto es que aún te puedo ver reír para tus adentros, con esa carita de niño travieso que poniás cada vez que relatabas alguna anécdota de la profesión. "La más bonita del mundo"... Según palabras propias, dichas en algún homenaje de tus compañeros. O, cuando, de igual modo, con la misma gracia con la que interpretabas a Jardiel, eras capaz de contar la peripécia personal más triste y amarga.

Por circunstancias de la vida, siendo aún muy joven, tuvo que hacerse cargo del cuidado de sus cuatro criaturas, lo que no es nada fácil, y menos de explicar cómo los sacó adelante siendo cómico itinerante de los de entonces, y digo itinerante y digo bien, por lo largas que eran

 

las giras teatrales por provincias antaño.

Quiero dejar constancia, amigo, de tu ejemplo y mi respeto a tu sencillez. Decir que hombres y actores como tú, Luis, se cuentan con los dedos de una mano. Decir que lo tuyo si era carisma de hombre bueno, que fuiste el ser más tolerante que conocí, el más amable y solidario, el que pese a infinitos años de rodar y sufrir una gran pena, la que arrastró en solitario y sin que trascendiera ni en su entorno ni en su trabajo, consiguió el respeto de todos, porque la llevó, como Jesús su cruz, con la mejor de las actitudes -otro ejemplo- no dejando nunca de hacernos felices con su trabajo y con su personal talante. ¡

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