Algo deleznable se cierne sobre España

Algo se está moviendo en el País Vasco; no parece que corran buenos vientos para el lehendakari señor Ibarretxee, si es que debemos atenernos a su última comparecencia ante la televisión.

Fingida o no la cara del jefe del gobierno vasco era la pura expresión del desánimo, la decepción y la derrota. Cuando un político empieza por culparse a sí mismo de que las cosas del país no marchen bien, se puede deber a dos causas, las dos igualmente malas: o que esté dispuesto a tirar la toalla y retirarse de la arena política o bien, que pretenda enternecer a los ciudadanos presentándose como un mártir que ha gastado todos sus cartuchos en conseguir sus objetivos, pero al que los hados del destino le han sido adversos y, por tanto, se somete al juicio de sus defensores para que éstos, en un supremo gesto de comprensión y benevolencia, le pidan que no abandone, que siga en la brecha y que no dude de que continuarán prestándole su apoyo.

Sea como fuere, corren rumores de que, en la sede del PNV, se han levantado vientos de sedición. No todos comparten las utopías de Ibarretxe y parece que más de uno se cuestiona la oportunidad de convocar el famoso "referéndum" que, en teoría, le debería servir para reclamar la plena independencia de Euskadi. Qué duda cabe de que Ibarretche jugó fuerte con la baza de ETA.

Conviene que recordemos que, cuando la muerte de Miguel Ángel Blanco, en el momento en que el pueblo español se levantó, unánimemente, para expresar su repulsa hacia los autores de tan abominable crimen, y las voces airadas de los cientos de miles de ciudadanos de las manos blancas, exigían al Gobierno que acabase con los etarras; entonces, precisamente, fue cuando temeroso de que el poderoso impulso adquirido por el espíritu de Érmua, fuera el principio del fin de sus elucubraciones separatistas y, ante la eventualidad de quedar aislado en sus ansias separatistas; fue cuando se decidió a intentar acercarse a la ETA, pedirle que colaborara en la tarea común de separar a Euskadi de España y, a la vez, sondear la posibilidad de conseguir la colaboración del Gobierno de la nación, para perjeñar el gran engaño al pueblo español, traición que se consumó en el llamado espíritu de Lizarra. Por desgracia para España, sus subterfugios tuvieron éxito al encontrarse con colaboradores, tan interesados como él en sacar tajada política de la negociación con ETA.

Prueba de lo dicho la tenemos en la actitud torticera del Gobierno y, particularmente, de su presidente, el señor Rodríguez Zapatero. Ha sido la conducta impresentable del Ejecutivo socialista con motivo del décimo aniversario del execrable crimen, cometido en la persona del concejal del PP, señor Miguel Ángel Blanco, la que ha causado la indignación de la ciudadanía. No sólo no han tenido unas palabras de consuelo para la familia, que hicieran patente el profundo sentimiento de repulsa por ETA y sus métodos criminales, sino también el darles la garantía de que los criminales serían perseguidos sin darles cuartel hasta su destrucción. A cambio, el señor Zapatero se ha limitado a enviar una carta de compromiso a uno de los rotativos españoles, no precisamente de los de mayor tirada, y un telegrama a la familia. Han cubierto el episodio con un incomprensible manto de silencio, que ha sido corroborado desde la prensa del señor Polanco, evitando hacer referencia en las primeras planas de las efemérides de tan dramático hecho.

 

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