El niño que trajo un sofá

Conocí en Chicago a un matrimonio con dos hijas. No querían más descendencia. La mayor, de siete años, estaba triste, sacaba malas notas y no se comportaba bien en el   colegio. Les animé a tener más hijos. Me hablaron entonces de sus circunstancias económicas, y me hicieron observar el sofá: estaba gastado, poco corriente en Estados Unidos. Se me ocurrió decirles que el próximo hijo   vendría con un sofá debajo del brazo y que la hija mayor estaba triste porque quería un hermano y no venía, mientras ellos se pasaban la noche pensando que necesitan un coche mejor y la discusión no les permitía dormir bien. Aún les dije más: cuando, por la   mañana, la hija mayor da los Buenos días a su mamá, le responde de mal humor, motivo por el que la niña no se centraba en el colegio   y sacaba malas notas.

Tras haberme ausentado un tiempo de Chicago, volví y… -¡oh sorpresa!-tenían otro sofá. Es el sofá que trajo el niño debajo el brazo- dijeron-; además, trajo las sillas, un armario, etc." La hija mayor estaba muy contenta y le iba muy bien en el colegio. ¿Milagro? Al marido le subió el ánimo y, con él, el sueldo: lo habían hecho Relaciones públicas de la Empresa.

Dejaron de tener miedo a los niños y los doce hijos que fueron llegando aumentaron su contento. No es un cuento y veo que nadie gana a Dios en generosidad.

 

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