Nos quejamos de vicio
Sí llueve, por las inundaciones; si deja de llover, por la sequía. Cuando llega el calor, por los incendios y si hace frio… porque… porque… no se venden helados. El caso es quejarnos por todo. Llega a ser cansino ver en la televisión reporteros tiritando de frío en la cima de un monte, total, para mostrarnos un termómetro bajo cero (el sadismo de sus jefes no conoce límites). ¿Pero qué ocurre? ¿No hay otro tema de conversación que no sea el tiempo? ¡Ni que estuviéramos todo el día en el ascensor! Con la Ciclogénesis Explosiva el caso ha sido curioso: bien es cierto, que nos han repetido hasta la saciedad la que se avecinaba, pero prevenir nunca está de más. Lo que no entiendo son esas voces críticas (por lo general, siempre son las mismas), que ahora, una vez pasada la tormenta Xynthia, acusan a las instituciones de alarmistas. ¿Qué querían? ¿Más muertos? ¿Más destrozos? ¿También van a culpar de ello a Zapatero?
En política, están a la orden del día los “diseñadores de estrategias”; gente a la sombra de sus líderes cuya misión más destacada es elaborar discursos y comunicados. Ellos no arriesgan nunca, tienen respuestas para todo porque siempre juegan al rojo y negro. En este caso… ¿que la Ciclogénesis llega a ser devastadora como lo ha sido en otros países de Europa? Hubieran hablado de falta de previsión del gobierno; pero como no ha sido lo que se esperaba… en vez de alegrarse, les tachan de alarmistas. En fin, nunca llueve al gusto de todos: para unos, la lluvia acaba con la sequía de su huerta, mientras que para otros… les fastidia el día de playa. ¡Jolines!
