Todos valemos y somos necesarios

La felicidad es no necesitarla, ser necesarios a otros y aprender la necesidad del amor, que no es sino la necesidad de salir de uno mismo.

En los últimos días he escuchado de personas queridas tristes frases, como “ya no valgo para nada” o “nadie me necesita”. La edad, la enfermedad, la soledad,… conducen a tan errónea conclusión. Hemos de ayudar a superar esa desolada percepción a quienes la padecen.

Todo ser humano es preciso y precioso. A quienes creen que ya no valen, pidámosles que sean valerosos en el declinar, valientes con la mente, acreditando el espíritu de antaño, sin resignarse jamás a perder su infinito valor como personas. Un ejemplo estrenuo y épico sólo se puede ofrecer desde la más frágil debilidad. El coraje se demuestra superando el miedo a lo cercano e inevitable.

Siempre y todos somos útiles, en cualquier de las etapas o dificultades para las que habrá de transitar nuestra vida. Incluso desde la máxima dependencia, o desde la impotencia de una agonía, servimos y serviremos. Al menos, para demostrar a los demás que ellos también se ensombrecerán, se deprimirán, menguarán en sus capacidades, envejecerán, enfermarán, sufrirán,…

En el peor de los casos, todos valemos para “necesitar a otros”, para hacerles sentirse imprescindibles al acudir en nuestro auxilio. Así ellos llegarán a aprender ¡cómo se ama a las personas que nos realmente necesitan y para quienes somos indispensables! La navidad es una fecha que nos recuerda que lo único necesario es “ser necesario” a otros. En la vida sólo existen tiempos en lo que hemos de ser ayudados y épocas en las que podemos ayudar ¿Qué prefieres ayudar o ser ayudado?

 

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