La vulnerabilidad del hombre moderno

La perfección y posibilidades de los ordenadores son algo extraordinario, pero todavía no se ha fabricado ninguno que no sea vulnerable. Cualquier virus nuevo puede paralizar el funcionamiento de aparatos y de empresas enteras.

La mejora genética vegetal ha conseguido variedades que han permitido aumentar extraordinariamente la producción agraria, pero son mucho más sensibles a las plagas, así como más exigentes en clima y abonos.

La genética animal ha logrado vacas lecheras con producciones cinco veces superiores a las de hace 50 años. Pero son animales muy exigentes en la alimentación y sensibles a enfermedades y al estrés medioambiental.

¿Y en la especie humana? Como las máquinas, los vegetales y los animales, también somos vulnerables. Un simple apagón de la corriente eléctrica coloca a una ciudad al borde del colapso y el aumento del precio del barril de petróleo puede poner en jaque la economía mundial.

Y es que vivir bien tiene su precio. En el caso de las plantas y los animales los genetistas tratan de conservar los caracteres de rusticidad de muchas especies tradicionales como una manera de defender las especies nuevas frente a las circunstancias adversas. No estaría mal que en lo que hace referencia a los hombres procuráramos algo similar. No se trata de que volvamos a la edad de las cavernas, pero si de que mejoráramos en sobriedad y espíritu de sacrificio.

En el tercer mundo ya disponen de estas cualidades forzados por las circunstancias. Nosotros podríamos recuperarlas voluntariamente para tratar de disminuir nuestra vulnerabilidad.

 

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