Aborto: incoherencia de Obama

Acabo de leer esta noticia: “Obama persiste en denegar el pedido de los obispos y de los hospitales de asegurar la libertad de conciencia en las instituciones hospitalarias católicas sobre el aborto, la contracepción y la esterilización”. Confieso que no salgo de mi asombro. Y el motivo de mi sorpresa no es tanto el hecho de que Obama parezca estar a favor del aborto y, por contraste, yo me defina como una persona que está a favor de la vida, desde la concepción hasta la muerte. Por tanto, soy contrario al aborto en cualquiera de sus llamados “supuestos”.

Me importa más poner de relieve que lo que Obama está imponiendo es inconstitucional. Cualquier juez, en cualquier instancia, sin necesidad de llegar al Tribunal Supremo o al Constitucional, podrá tirar por tierra esta “legislación”: en Estados Unidos, al igual que en España, los derechos fundamentales de la persona recogidos en la Constitución (en el caso estadounidense, además, en los otros dos Documentos Fundacionales de la República: la Declaración de Independencia y el Código de Derechos) están por encima de cualquier otro. A instancias de parte, si, por ejemplo un médico o un hospital se niegan a hacer lo que la legislación de Obama pretende imponer, acude a los tribunales, las probabilidades estadísticas de que le den la razón al médico o al hospital son del 99,99%. Obama es profesor de Derecho Constitucional por Harvard Law School y sabe esto perfectamente. Aun así, sigue adelante en su empeño.

Segundo, la postura de Obama, al igual que la de Hillary Clinton, con respecto al aborto, siempre ha sido conciliatoria, nunca de confrontación. El presidente sabe que el aborto (al igual que el matrimonio entre personas del mismo sexo) es una cuestión que en América levanta pasiones, polariza, genera enfrentamiento. En su segunda biografía (“La audacia de la esperanza”, 2006), Obama narra un encuentro que tuvo con una familia numerosa católica que mostraba posturas contrarias a las suyas en lo que al aborto se refiere. Obama quiso razonar con ellos, aludiendo a los casos de violación, incesto, peligro para la vida de la madre, etc. Como la familia numerosa católica se mantenía en sus trece, al final Obama –siempre pragmático-, buscó una solución de compromiso: “bueno –les dijo-, al menos podremos ponernos de acuerdo en encontrar fórmulas para evitar embarazos no deseados, como la educación sexual, ayudas económicas para madres solteras, etc”. No del todo convencidos, los miembros de aquella familia le respondieron que “bueno, al menos, nos damos cuenta de que usted no es un fanático: rezaremos por usted todos los días”. Sin embargo, la posición tan firme en esta materia que ahora sostiene Obama, no va con él, ni con su carácter, ni con su forma de pensar, ni con sus escritos ni con su trayectoria. Es apreciable, una vez más una enorme incoherencia. Me llama mucho la atención.

Los católicos suponen el 23,9% de la población total de Estados Unidos (310 millones, según el último Censo, de 2010). Una gran mayoría de ellos son contrarios al aborto. Un 26,3% de estadounidenses son evangélicos y son abiertamente contrarios al aborto y muy combativos y agresivos en la defensa de sus ideas. Hay un 18% de americanos que pertenecen al resto de ramas protestantes (baptistas, metodistas, etc): en un 90%, son también personas que detestan el aborto. Siendo una cuestión que, por decirlo suavemente, “molesta” a la mitad de la población de Estados Unidos no alcanzo a entender la obstinación del presidente.

Confieso que aún lo comprendo menos desde el punto de vista electoral: el 6 de noviembre de este año 2012 se celebrarán elecciones presidenciales. Para el 73% de los votantes registrados (demócratas y republicanos) la principal preocupación es la economía. El 54% están angustiados por el elevado nivel de desempleo –pero esto es porque no conocen España y sus circunstancias-. En el bando republicano, donde se celebran elecciones primarias para elegir al candidato presidencial que se enfrentará a Obama en noviembre, todos los candidatos (Gingrich, Romney, Santorum y Paul) se oponen al aborto. Y América, en los últimos tres años, ha dado un giro al centro derecha que ya se manifestó claramente en las elecciones legislativas de noviembre de 2010, que ganaron los republicanos. Obama se equivoca electoralmente con su postura “abortista”: en cuestiones sociales, los católicos americanos se declaran demócratas, pero cuando se trata de temas morales y religiosos, los católicos son conservadores.

Por último, no me cabe en la cabeza que un presidente que defendió, con la Constitución en la mano, el derecho de los musulmanes a construir una mezquita en la Zona Cero de Nueva York, aludiendo al derecho a la libertad religiosa consagrada en la Carta Magna, ahora, incoherentemente, pisotee los derechos de muchos millones de ciudadanos (católicos, protestantes, evangélicos, musulmanes, y otros muchos no creyentes), imponiendo una ley que, en cualquier caso, la Cámara de Representantes y el Senado podrán tirar por tierra, si es que antes, no lo hacen los tribunales.

Jorge Díaz-Cardiel es socio Director General de Advice Consultants. Autor de “Obama y el liderazgo pragmático” y “La reinvención de Obama”.

 
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