El cenizo valiente

España va mal. Es una gran noticia. Por fin alguien desde La Moncloa confirma las sospechas. España va muy mal. Después de tantos años de mentiras, reconforta este baño de realidad. Colapso económico, hecatombe financiera, paro descontrolado, estertores de una nación. Palabras dulces para oídos hartos de datos maquillados, de declaraciones diseñadas bajo las coordenadas del cálculo electoralista. Es simple. Cuando estás a punto de recibir la pedrada que va a partirte la ceja, lo que realmente deseas escuchar es que la piedra no va a impactar contigo, salvo que, en efecto, la piedra vaya a partirte la ceja sin remedio.

España ya zozobraba hace cuatro años. Pero nos lo ocultaron. Había en La Moncloa un tipo –no sé si lo recuerdan- de larga nariz, delgada silueta, y escuálido raciocinio, que dedicaba sus desvelos a inventar eslóganes con los que vendernos humo, para hacer del presente un campo de flores, y del futuro una ilusión de mil colores. Y lo hacía así, con las flores y los colores, porque era más cursi que una ensalada de nenúfares. Por contraste, el que ha venido a sustituirle es, al menos hasta hoy, lo que se espera del presidente de una nación seria: un cenizo.

Andaba yo pensando en las históricas bondades del cenizo español, entre los cálidos vahos de esas horas intempestivas a las que me arrojo a la vida, intentando resolver la crítica situación nacional bajo el chorro de la ducha, cuando me vino a la mente el nuevo libro de Alejo Vidal-Quadras, Ahora, cambio de rumbo. Hace días que reposa en mi mesilla. Antes de comenzar su lectura, tuve que rescatarlo de morir asfixiado bajo el tocho de Pilar Urbano, que hará unas tres noches se me cayó en el parqué del salón, causando un enorme agujero desde el que ahora puedo saludar al vecino de abajo cada mañana. El precio del trono y Cambio de rumbo. Dos libros tan diferentes como sus dimensiones. De perfil son como David y Goliat. En esta estupidez entretenía mis pensamientos, viéndome en el espejo como un Santa Claus con ojeras góticas, durante el ritual del afeitado matutino.

Abandonados los acicalamientos y vapores, me abracé a un café oscuro para zambullirme en la lectura del libro de Vidal-Quadras. Como un prospecto médico pero sin la prosa confusa e hipocondríaca. Incluye el diagnóstico, los síntomas, las contraindicaciones, los efectos adversos, la receta, y alerta de los peligros de intoxicación. Es, al fin, el pensamiento de un político al servicio de un partido y de la sociedad. Sólo eso. Y es mucho, en un tiempo en el que lo que abunda es el pensamiento de un partido al servicio de sí mismo.

De Vidal-Quadras, siempre me ha atraído su oratoria. No sólo por lo que dice, sino por lo que calla, que lo otorga. Esas pausas que intercala en sus intervenciones, esos silencios inquietantes entre interrogaciones, en los que cabría la totalidad del pensamiento de Zapatero, son parte de su éxito como tertuliano. Eso y, por supuesto, su sólido proyecto político, asentado en las normas más elementales del sentido común; un sentido en permanente peligro de extinción.

Haciendo gala de todas estas virtudes, el político catalán ha registrado un texto breve que va directo al problema de España. Parece fácil, pero no lo es. Si Leire Pajín intentara escribir Ahora, cambio de rumbo, le saldría un sudoku. Y si lo intentara Gallardón, le saldría una oda al ministro de Justicia. Incluso, si el propio Rajoy tratara de hacer un libro como éste, necesitaría 300 páginas más, para llenarlas de frenos de mano, retrancas, rodeos, y desmentidos de los capítulos anteriores.

Tal vez sea su innato arrojo, la lejanía de su trabajo en Bruselas, una cierta vocación política suicida, o ese estado anímico de la madurez intelectual en el que uno ya no ansía carteras ministeriales sino bestsellers y mojitos de madrugada en el Milford. No lo sé. Pero Vidal-Quadras da en la diana con la receta más simple, más radical, y más acertada, para volver a construir sobre este solar español la nación que un día brilló con luz propia. Tan fácil y tan difícil, por lo visto.

Esta misma tarde enviaré una copia de Ahora, cambio de rumbo a La Moncloa, forrada con la portada del Marca. A ver si Dios nos ampara, y Mariano pica con la foto de Mourinho, lo abre, le echa un ojo, se entusiasma, y se atreve a pasar a la historia de Occidente como el cenizo valiente que España necesita para cambiar su rumbo. De lo contrario, Reuters y demás tontos útiles seguirán jugando a hundir la flota con nosotros, como cuando en La Moncloa habitaba un tierno cervatillo apodado Bambi al que todos, hasta el más tonto de los animales de la selva, trataban como si sólo fuera un tierno cervatillo apodado Bambi. Rajoy aspira a ser, más bien, elefante en cacharrería. Es necesario que sea así. Cenizo y valiente. Para cambiar el rumbo y para recomponer España.

Itxu Díaz es periodista y escritor. Sígalo en Twitter en @itxudiaz

 
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