Mario Conde, Presidente de Fundación Civil

“Lo de Rato es un tema político en un contexto electoral. Si la orden proviene del Gobierno, se han equivocado”

No es Conde de Montecristo, ni Super Mario Bros. Pero es libre. Es la cabeza de una línea subterránea que une 2015 con 1993, con paradas en curva en “Vicepresidente Rato”, “Banco Madrid”, “Podemos”, y “Caso Banesto”. Republicano intelectual y primo distante de la monarquía personificada. Amigo íntimo de la lírica del 15-M. Enemigo del sistema y del monopolio. Sin ira. Sin miedo. ¿Su verdad? ¿La verdad? No confía en la justicia, ni en los medios. Después de su túnel, ha invertido toda su fe en la nueva generación de españoles: los hijos de internet, los que no saben lo que es vivir en España con miedos

Conde apuesta por quitar la sombrilla de la exclusividad del poder a los partidos políticos y dispara a la diana de lo que él llama "el sistema".
Conde apuesta por quitar la sombrilla de la exclusividad del poder a los partidos políticos y dispara a la diana de lo que él llama "el sistema".

En un lugar de Madrid donde los fotógrafos pusieron sus tiendas y el escándalo más gordo rompió el clima del glamour con cabeza, vive Mario Conde. Vive. Después de mucho pasado, el que fuera estrella del rock-social en la España de los 80-90, es hoy una persona, cuando podría haber sido una fiera…

Casi todos los caminos de los titulares de hoy conducen a Conde. Así que le pedimos audiencia por Twitter y nos concede este baile. Esta semana, imposible. La siguiente, imposible. La siguiente de la siguiente, imposible. Paloma me tiene al tanto de la agenda. Su Paloma desde 1989. Y al final, la agenda del gallego más dinámico clarea.

Estamos en el salón de su casa. En esta esquina del sofá me siento como Pepa Bueno en Viajando con Chester. Estampados complejos, dorados. Entre Bizancio y la India. Y en estas, entra Conde hecho Mario con una caja de pastillas en sus manos: “Me han dicho que este es el mejor antiinflamatorio para la gota”. Más natural, el campo.

Tiene gota. Tiene grietas. Normal. Son 66 años y muchos capítulos. No son cinco horas, pero sí 49 minutos hablando a los ojos. Con garra. Con pasión. Sin odio… Abrimos el libro por las páginas de Rato y le tomamos su lección.

¿Qué pensó cuando leyó “Rato detenido” y vio la foto humillante de la mano sobre el pescuezo?

Me ha parecido incomprensible. No he entendido bien por qué hay que detener a una persona unas horas, por qué hay que pedir el fin de la detención antes de que termine de declarar… Normalmente, cuando una persona tiene que declarar, se le llama, y si no acude, pues se le detiene… Hay un componente tan extraño en lo jurídico, que tiene que estar rozando lo político. Al menos, visto desde fuera.

¿Cree que la campaña electoral pesa en este caso?

Existía un asunto de bastante gravedad, que es el tema de Bankia, aunque por eso ni se le ha detenido, ni nada parecido. Y de repente aparece otro asunto que no sabemos muy bien de qué va, pero que parece de tono menor, y ahora sí que se le detiene con toda una parafernalia mediática… Sí. No hay más remedio que pensar que se trata de un tema político en un contexto electoral.

Otra cosa es que quien lo haya ordenado, si es que alguien lo ordenó desde instancias políticas, haya acertado. Desde luego, si la orden proviene del Gobierno, se han equivocado. Y desde la oposición no veo yo mucha posibilidad de ordenarlo…

 

Usted critica que los casos Banesto y Bankia tienen cosas en común, pero interpretaciones jurídicas desde las antípodas. ¿Cuáles son esas incongruencias?

En el caso Bankia hay tres aspectos: uno, el tema de las provisiones y de la pérdida de capital; dos, el de las falsedades contables, por así decir, y tres, la salida a Bolsa. Nosotros tuvimos una salida a Bolsa que fue muy importante, y nunca hubo ningún problema, por tanto, en ese punto no hay comparación posible.

Lo grave es que Rodrigo, cuando pasó lo de Banesto, entre 1993 y 1994, se empeñó en decir que los famosos 500.000 o 300.000, o los que sean, millones eran pérdidas, y que, por tanto, se había perdido el capital. La vida se la ha devuelto. Ahora dice, y con razón, que las provisiones no son pérdidas, porque, históricamente, se recuperan en un porcentaje muy alto cuando la economía va bien. ¿Cuál es el problema? Que como eso es cierto, y lo que dijo en su día es falso, queda claro que su falsedad tuvo motivos políticos. Gracias a que ahora dice la verdad, contribuye, si es que se necesita, a ver que aquello fue falso. La vida le ha devuelto la pelota de una manera muy cruel.

Yo le dije en una publicación que, si fuera honesto consigo mismo, debería decir que lo de Banesto eran provisiones y no un agujero, pero lo que dije, lo dije porque me lo ordenó Aznar. Debería haberlo dicho.

¿Y estamos a tiempo de que llegue ese mensaje? ¿Usted lo espera?

No. Y además, me da igual. Si hubiera necesitado evidencias, a lo mejor me reconfortaría desde el punto de vista interior. Ahora pasa como en las películas de vaqueros: ya sabemos quién es el bueno y quién es el malo. O por lo menos, ya sabemos que los buenos de entonces no son buenos, porque son malos.

Además, ahora está claro que, cuando pasa algo, pasa para todos: pasa para Bankia, para Caixa Catalunya, para todas las cajas… No cabe la posibilidad de que haya una única excepción…

Normalmente, cuando ocurre algo grave, primero se habla con uno, después con otro… Pero la intervención de Banesto se decidió con nocturnidad y alevosía, pero por la mañana… Eso quiere decir que aquello no fue una intervención económica, fue una decisión política de dos personas que se sintieron agraviadas, y que querían seguir controlando el sistema, que son Felipe González y José María Aznar, y que contaron con la participación pasiva del Rey Juan Carlos.

Ahora que ni el Rey Juan Carlos, ni González, ni Aznar están en primera plana, ¿es el momento de que se conozca la verdad, o estas cosas ya son hasta la tumba?

Los españoles somos un pueblo viejo con una característica sustancial: cuando tenemos dudas sobre un asunto que no está claro, no lo cerramos nunca. El asunto de Banesto no está cerrado ahora mismo. Al revés, cada día hay más gente que se da cuenta de lo que fue aquello.

Hay dos asuntos que en España siguen abiertos: uno es el 23-F, y otro, el caso Banesto. Nadie tiene dudas de lo que ha pasado en Bankia, o en Caixa Catalunya. Sin embargo, la gente sigue teniendo opiniones divergentes con lo que de verdad ocurrió el 23-F y con el caso Banesto. ¿Por qué? Porque las explicaciones oficiales no convencen…

Lo que pasa es que en un caso como el de Banesto hay actores, cómplices, encubridores y beneficiarios. A los actores, cómplices y encubridores no les puedes pedir que canten la gallina, y a los beneficiarios, tampoco. Pero la generalidad de la gente sigue diciendo: ¡joé, a mí esto no me cuadra!

Dice usted que el caso Banesto fue el primer y casi exclusivo pacto oficial entre PP y PSOE…

No sólo PP y PSOE. Allí estaban también Izquierda Unida y CiU.

En cualquier caso, usted denuncia un pacto que después no hemos vuelto a ver muchas más veces. ¿Cree que Podemos y/o Ciudadanos puede ser otro motivo de alianza política para que el PP y PSOE se hagan amigos como nunca?

La mejor manera de que Podemos o Ciudadanos no tengan poder es que lo tengan otros. Los que tienen en este momento oportunidad de tener poder son PP y PSOE. Históricamente lo han tenido por separado. Cada uno de ellos, hasta ahora, conseguía mayorías absolutas, o suficientes.

¿Cuál es la novedad que se puede dar? ¿Un cambio en la posesión del poder? ¡No! PP y PSOE van a seguir siendo los más votados. ¿Un cambio en quién ejerce el poder? Creo que no. ¿Un cambio en el modo por el cual llegan al poder? Nunca el PP ha llegado al poder con la connivencia táctica del PSOE, y nunca el PSOE lo ha hecho con la connivencia táctica del PP. ¿Cuál es la mejor manera de fagocitar a Podemos y, en su caso, a Ciudadanos? Pues que no ejerzan poder, porque, si en una o en dos legislaturas no ejercen poder, los partidos se difuminan, como sucede hoy con UPyD.

Estoy convencido de que ya hay un entendimiento entre PSOE y PP. ¿Ese entendimiento puede ser un Gobierno de concentración? No lo creo. Sería un error, aunque hay mucha gente que lo defiende. Entiendo que será lo que ahora llaman un Pacto de Estado con el que, entre los dos, se ayudarán para gobernar.

En 1993, González está desgastado y Aznar ha perdido dos elecciones, pero los dos tenían una cierta relevancia dentro y fuera de sus partidos. Con Rajoy y Sánchez, dos personas con un liderazgo discutido casi desde el principio, ¿hubiera explotado el caso Banesto?

Es posible que sí. El sistema es el sistema. No atiende a individuos, porque se teje con intereses. González era carismático y Aznar estaba amortizado a cero, pero el sistema es el sistema...

La pregunta es, ¿por qué les interesó el caso Banesto, y sin embargo parece que no les preocupa especialmente el tema de Ciudadanos o Podemos? Pues porque el tema de Banesto era la ruptura de las reglas del juego. Se trataba de arrancar una parte del poder a los partidos y dárselo a la sociedad civil, y para eso se necesitaban instrumentos, y Banesto los tenía: tenía poder económico, poder financiero, poder mediático, y poder de conexión con la opinión pública. Y generaba un bloque de poder que no querían. Eso les preocupaba de verdad, porque era un verdadero cambio del sistema. Sin embargo, las novedades que hay ahora son partidos, con lo cual no se altera la esencia del sistema. El único que altera el sistema, en cierta medida, es Podemos, pero lo altera de una manera irrealizable, con posibilidades nulas de gobernar, y con un ideario demasiado cambiante. Simplemente, están encantados de conocerse a sí mismos.

Estos cambios son cosméticos. El cambio en serio, como el que propugnaba yo cuando estaba en Banesto para que los partidos devolvieran poder a la sociedad civil, ni existe, ni asoma.

¿Se trataba y se trata de ser ese contrapoder que usted no ve por ninguna parte?

Nuestro modelo de democracia es más virtual que real, porque dos personas –González y Aznar- dominaban entonces el 90% del Parlamento, porque los diputados tienen disciplina de partido para votar, cosa que me parece indignante, pero es así… Y como dos personas denominaban el Consejo General del Poder Judicial, y el Consejo General del Poder Judicial nomina a los jueces, teníamos ya controlado por dos personas el poder ejecutivo y el poder judicial. Y esas dos sumaban el control mediático, cada uno de su mundo…

Yo decía que aquel poder era muy desproporcionado. Se habían llevado por delante los ateneos. Habían destruido los colegios profesionales. Las academias ya no pintaban nada. No existían centros de debate intelectual. ¡Era una sociedad absolutamente plana!

¿La sociedad española aprende?

No. A la vista está.

El poder solo quiere poder: llegar y mantenerse, y para ello se vuelca para controlar el voto. ¿Cómo? Con un sujeto, un objeto y un instrumento. El instrumento son los medios de comunicación social; el objeto, traducir hacia la opinión pública los mensajes; y el sujeto, un tipo de individuo acrítico con el poder, bastante egoísta (de lo mío, ¿qué?), muy manejable en función de intereses, y poco idealista en aspiraciones utópicas de cambio. Eso ha sido el modelo educativo en estos años…

¿Qué nos encontramos hoy? Un país en donde las academias han sido sustituidas por las tabernas y los bares, donde se grita y se protesta, y donde la gente sigue votando a los mismos, porque el poder les ha conseguido. El poder, por necesidad, crea individuos a su imagen y semejanza. Estamos ante una sociedad abúlica, de súbditos, bastante aplanada que, sí, protesta y se indigna un rato, pero no tiene aspiraciones. ¡Estamos ante una sociedad que no tiene poesía!

¿El 15-M no le pareció lírico?

Me gustó mucho. Los que no entienden a España se equivocaron al descalificar a aquél movimiento hablando de protestas de perroflautas. Las imágenes que vimos del 15-M no eran de chavales que iban a fumar canutos, que, por cierto, tienen todo el derecho del mundo, si les apetece… ¡No! Allí vimos señores que iban con su niño a hombros, personas mayores, de todo… Había un clima de indignación social generado por los abusos de la banca, los desahucios, el crecimiento de la pobreza, el 45% de paro juvenil, el veintitantos por ciento de paro… ¡No lo entendieron! ¡Esos famosos perroflautas que no fueron entendidos son Podemos! Es decir: Podemos es un producto derivado de la ignorancia y de la soberbia del sistema.

Decía antes que el Rey Juan Carlos participó pasivamente en la intervención de Banesto. ¿Cree que es el único arrepentido?

No lo sé. El Rey tuvo un comportamiento que a mi juicio no fue apropiado. Yo soy el Rey de España nombrado con la autoritas y la potestas que tengo, y a mí el presidente del Gobierno no me dice que no me meta en un asunto que hace referencia al primer banco de España, primera corporación industrial de España, primer controlador de medios de comunicación social de España…

Si a mí me para los pies un presidente del Gobierno, yo le digo: “Un momento, mi función es arbitrar el normal funcionamiento de las instituciones. Aquí veo que hay algo raro. Lo mínimo que le pido a usted, señor presidente del Gobierno, es que reciba al presidente de JP Morgan, que tiene invertido ahí cientos de millones de dólares; que reciba usted al presidente de Banesto, que contraste usted la opinión del gobernador del Banco de España con estos señores, que levante usted un acta, y que me informe a mí, porque esto va a ser un escándalo internacional. Yo, como Rey de España, no puedo permanecer pasivo ante el mal funcionamiento de las instituciones, y sus repercusiones fuera de España”.

Pero, ¿qué hizo el Rey? ¡Nada!

Dice usted que el Rey, a partir de ese momento, se disfrazó de clase política…

No se disfraza: se mantiene en la clase política, que no es lo mismo… El Rey Juan Carlos adquirió el reinado por decisión de la clase política, no por herencia. En el momento de Banesto, él fue consciente de eso, y asumió que ellos le pusieron. Eso le genera, aunque no lo intelectualice, una conciencia de debilidad, que no la tendrá Felipe VI, supongo yo, porque él si nació rey. Don Juan Carlos nació en unas circunstancias muy complicadas: fue hijo de quien no era rey, pero que a su vez era hijo de rey, y era padre de rey… y recibe la legitimidad del régimen de Franco, de una Constitución que votan los españoles, y en la que se le incluye por decisión de siete u ocho personas. Eso marca interior y emocionalmente.

En el momento de Banesto, el Rey pudo ser rey, o clase política…

Y llegó la abdicación…

El Rey llevaba sin ser un ejemplo moral desde hace mucho tiempo. En 1992 –tú eras un crío- ya se publicó un affaire del Rey con una señora determinada, y hubo un movimiento muy potente contra la Corona, sus amigos, sus veraneos en Mallorca… Fue también un año económicamente malo y aumentaban las críticas sobre la distancia entre la situación de los españoles, y la vida social del monarca.

En 2014 hemos tenido el mismo escenario: un problema amoroso, en vez de barcos, cacerías… ¡Pero es que es este el primer elefante que mata el Rey! Mismo escenario, peor contexto económico, y, sin embargo, el intento de que abdique. ¿Y cuál es la diferencia? Amigo, pues que en 1992 existía el pacto de silencio mediático en torno a la Corona, y ahora ese pacto se ha roto con internet.

Usted era íntimo de don Juan, amigo, hasta un momento dado, de don Juan Carlos, y conocido de Felipe VI. ¿Se desmonarquiza con el paso de los años?

Nunca he sido monárquico, intelectualmente hablando. No concibo dar el poder a una persona sin más, y a una familia, menos. En el seno de una familia hay de todo. No creo que la monarquía tenga elementos racionales en el siglo XXI. De todas formas, yo puedo pensar de manera diferente, sin dejar de tenerle afecto al Rey.

La monarquía de don Juan Carlos, quizás por haber sido nombrada por Franco, ha sido muy útil para llegar hasta aquí. Si hubiéramos intentado una república a la americana -que a mí me gusta muchísimo-, o a la francesa -que también me gusta-, o a la alemana -que me gusta menos, pero también me gusta-, lo hubiéramos tenido más difícil. Pero las repúblicas viven también en los subconscientes emocionales y, en 1978, en España, todavía hay mucha gente que relacionaba república con comunismo, quema de iglesias, y matanza de monjas… ¡Es absurdo, porque cuando van a Alemania, a Francia, a Italia o a Estados Unidos ven repúblicas en la que no se quema a nadie…! Pero en España somos así, porque pervive el recuerdo de una tremenda Guerra Civil.

Así pues, la monarquía de don Juan Carlos nos ha servido mucho para llegar hasta aquí; la pena es que ha terminado mal, porque el desprestigio de la Corona en el momento de su abdicación, me duele decirlo, era enorme.

El Rey actual intenta recuperar ese prestigio, aunque lo haga desde el silencio, porque otra cosa es muy complicada.

Los españoles deberíamos aprovechar este contexto para pensar serenamente, de cara a nuestro futuro, si queremos un régimen monárquico, o un régimen presidencialista. Y si queremos un régimen presidencialista, cómo lo queremos: ¿a la americana?, ¿a la francesa?.. Y si queremos un régimen monárquico, ¿qué atribuciones asignamos al rey? ¿Simplemente la de un embajador diplomático?

¿Pero ve la sociedad española suficientemente madura y suficientemente serena para enfrentarse a un referéndum de esas características?

Si lo planteamos de la noche a la mañana, la respuesta es ¡no! ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Recuperar el proceso constituyente, como en las Cortes de Cádiz. Y eso, que queda muy bonito, se traduce en recuperar los ateneos, los centros de debate… Démonos un plazo para discutir serenamente e intelectualmente, dejando a los políticos aparte, qué es lo que queremos, por dónde caminamos… Después sí que cabe un referéndum.

¿Qué pasa, por ejemplo, con el problema catalán? ¡Pues que no se ha hablado lo suficiente! Es un tema que no existe, y de pronto existe sólo en términos de separatismo. ¿Qué nos ha faltado? Abordar las cosas como son, sentarnos a hablar de la historia, de las ventajas, de los inconvenientes… La historia es un valor para saber de dónde venimos, pero el proyecto de futuro es para saber a dónde vamos. ¡Debatamos eso!

Tenemos que recuperar los ateneos, las academias, los casinos, el debate social, ¡pero no para que vaya gente a dictar conferencias y a soltar un rollo, como pasa en el Club Siglo XXI, donde al final lo importante son las fotos de quién ha ido! ¡Dejémonos ya de asistencias, de quién ha ido, de quién no ha venido, y hablemos del fondo de las cosas!

Veo que sus ideas coinciden en parte con el nuevo proyecto intelectual y periodístico de Pedro J. Ramírez…

No me lo conozco bien…

Él habla también de recuperar el diálogo intelectual en esos foros…

Sí. Él me ha oído hablar, sí…

Esta semana se ha presentado en el Congreso de los Diputados una plataforma que se llama Sociedad Civil para el Debate, que lidera Manuel Campo Vidal.

No sabía. Me parece muy bien.

Dígame diez españoles que estén en condiciones de liderar ese debate social del que habla.

Ese es el problema capital. En 1993 la sociedad española tenía contrastes: había un tal Conde que hablaba y decía desde Banesto, que señalaba al señor Solchaga, que decía “¡Oiga, cuidado con el euro!”, y los políticos se cabreaban, y los españoles estaban mirando, opinando… ¡Había una sociedad vibrante, expectante! Pero la intervención de Banesto es un gran aviso: “Si yo he podido hacer esto con este banco, con esta corporación industrial, sin temor a que estuviera en su capital el primer banco del mundo, atención, ¿eh? ¡Aviso a navegantes, aunque tengáis las velas de papel!”

Y se instauró el silencio en la sociedad española. Nadie volvió a levantar la voz nunca más. Nadie volvió a decirle al poder que estaban equivocados. Nadie volvió a cuestionar el euro. Nadie volvió a criticar la política económica. Nadie se preguntó por la financiación de los partidos políticos… ¡Aplanaron la sociedad! Y hoy te preguntas: ¿Quién hay? Cuando tú quemas un campo, sólo nacen cardos. Hoy, todavía, una persona que quiera elevar su voz frente al poder siente miedo. ¡Esta es una sociedad aterrorizada!

¿Nombres? ¿Personas?

Esa es la cuestión. ¿Quién está capacitado para el debate? ¿Quién tiene la suficiente experiencia del poder y la altura intelectual necesaria? ¿Quién no tiene miedo, ni compromisos?

¿Algún nombre propio tendrá usted en la cabeza?

Por la izquierda, diría Juan Torres, que me parece de primera división, catedrático de Economía, con mucha experiencia [asesor del programa de Podemos], o el profesor Calaza, matemático y economista, hoy jubilado, que tiene muchísima experiencia, aunque sea bestia negra para algunos… Yo pienso en personas de este nivel, que existen. Otra cosa es que quieran…

Pero las personas de ese nivel a los medios de comunicación parece que no les interesan, porque no gritan… ¿Entonces?

Lo que debemos hacer es encontrar espacios de libertad real en internet. Yo el papel lo veo condenado a convertirse en una realidad residual. El poder va a intentar controlar también el mundo de internet, si es que no lo están haciendo ya… Las redes sociales les preocupan menos, porque en las redes sociales hay acción, pero no hay reflexión, y para que algo cambie de verdad es imprescindible la reflexión. Esperemos que se pueda provocar el cambio desde el entorno digital.

¿Usted confía algo en la justicia?

No. La palabra justicia tiene muchas concomitancias. ¿Hay jueces corruptos? ¡Sí! ¿Lo sospecho o lo afirmo? ¡Lo afirmo! ¿Hay fiscales corruptos? ¡Sí! ¿Lo sospecho o lo afirmo? ¡Lo afirmo! Bien. ¿Todos los jueces y todos los fiscales son corruptos? ¡No, ni por el forro! ¿Cómo se produce la corrupción? Por muchos caminos. ¿El desencadenante es sólo el dinero? ¡No! Pero por dinero, también. El dinero, la presión del poder, la ignorancia, la desidia…

En un sistema en el que para llegar, en vez de hacer sentencias o escritos de acusación buenos, lo que prima es estar en algunas de las asociaciones y vincularse, en algunas decisiones, con el poder… pues ya lo tenemos todo dicho…

¿Es posible un caso con consecuencias políticas que no reciba presiones del poder? ¡No!

La sentencia más fuerte que recuerdo es la del caso Parot. Hubo tres votos particulares: uno de ellos, que ha pasado desapercibido, dijo que esa sentencia sólo había sido posible por las presiones mediáticas. Cuándo eso lo dice ya el propio Tribunal Supremo, ¿qué más quieres?

No tengo ninguna confianza en la aplicación de la ley en casos con dimensión política. Necesitamos más jueces, más fiscales, mejor pagados, y con más medios. Tiene que haber una renovación interior de la Justicia, y confío en que la gente joven que está llegando ahora la va a acometer.

Caso Banco Madrid. José Pérez fue el director general de Inspección del Banco de España aquél 28 de diciembre de 1993. Hoy, su banco está también intervenido…

Es una cosa estrambótica. Cuando él era director general de Inspección del Banco de España sabía que el plan de Banesto estaba aprobado, pero cuando le dijeron “di lo contrario”, pues dijo lo contrario… Y entonces…

Que un director general de Inspección, que fue uno de los responsables de la intervención de Banesto, y protagonista de decenas de discursos de supuesta moralidad y de ética, sea el presidente de un banco que ha sido intervenido, no por falta de recursos propios, sino por dedicarse al blanqueo de capitales… ¡Eso es el emblema del sistema! Que un vicepresidente del Gobierno, con razón o sin ella, esté involucrado en un tema de blanqueo de capitales, que a lo mejor es mentira, pero hablo desde el punto de vista de la imagen… Que un señor como Trillo, que ha sido ministro de Justicia, y presidente del Parlamento, esté involucrado en un caso de cobrar por informes orales de una constructora… ¿Esto qué es? ¿Esto cómo es? ¡Pues esto es el sistema!

Lo de Rato, lo de Banco Madrid… ¿La vida da muchas vueltas, no?

Dicen que quien a hierro mata, a hierro muere. No es este el caso, porque su hierro, en relación conmigo, fue mentira. El hierro que utilizaron conmigo fue la mentira, la falsedad y la política. El hierro con el que parece que se están encontrando ahora es una triste y dolorosa verdad. En un caso intentaron matar con la mentira. En este caso, tienen que estar sufriendo las consecuencias de la verdad.

Usted ha vivido las palmas, los milagros, la pasión, la muerte… y la resurrección… ¿Qué es lo que merece la pena en la vida?

No dejar nunca de ser coherente contigo mismo. Que jamás pongas tu dignidad en almoneda. Al final de una vida, mirando hacia atrás, si te encuentras contigo mismo y te sientes bien, es que has ganado.

¿Cómo está el alma de Mario Conde? ¿En qué cree? ¿A quién reza?

Siempre he sido consciente de la existencia de un Ser Superior y de un sentido de trascendencia, de un pensamiento cristiano. Rezar de verdad es rezar en silencio, sin pedir nada. Al menos eso escribo en mi libro Cosas del Camino.

¿Se olvida uno de la cárcel?

Yo no, desde luego, porque es un lugar del que he sacado muchas cosas positivas. Sobre todo una: conocerme mejor a mí mismo. La cárcel es un espejo de tu verdadera estructura interior, de las potencias y debilidades de tu alma. Por eso no me olvido.

¿Con qué sueña?

Físicamente sueño poco, al menos no me acuerdo casi nunca de lo que he soñado. Pero casi nunca he tenido pesadillas. En lo consciente, en la vida de vigilia, sueño con un hombre con una arquitectura moral confeccionada sustancialmente en el humanismo cristiano, que haga posible una vida y una convivencia que merezcan el apelativo de “humanas”.


REBOBINANDO

Nació el día de la Santa Cruz. Y murió por primera vez por Santos Inocentes. Ave Fénix. Con gota. Tirando. Habla el preso más simbólico de España. El espejo de una generación. Lección de historia, o metahistoria, o historia impostada... Ustedes mismos… Un adalid del poder para las masas con cara, nombres, problemas, hipotecas y sueños. El ariete en el portón de los partidos políticos. Un troyano en el software eliminado a cañonazos.

Conde, el escritor, el filósofo de la sociología cotidiana, cada vez trabaja menos y vive más, después de muchos años de reflexión dentro y fuera de la cárcel. La de Meco. Y la del ostracismo.

Entre su familia y su tierra, Conde insiste con clase. Es un tuitero contemplativo. Tiene los puños gastados de mojarse, y sus calcetines sin gomina caen, levemente, sobre el empeine. Es del 48, pero parece cosecha fina del 68 menos conformista. Un activista incómodo con menos eco que antes, pero con más poso.

¿Qué es el triunfo? ¿Una nónima elefantiásica? ¿El lujo? ¿El coche? ¿Los brillos? ¿Los focos? ¿La tele? ¿Una mentira hecha historia? ¿La historia?

¿Qué es el triunfo? ¿Qué es el fracaso?

Y medio en rumba, medio en muñeira, desde el sofá adamascado de su casa, Conde tararea… “¿Y tú me lo preguntas?..” 

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