Zapatero discutió acaloradamente con sus ministros sobre el modo de aprobar la reforma laboral: el presidente quería imponer, no pactar en el Congreso, y le obligaron a rectificar

La reforma laboral ha generado un profundo debate en el seno del Gobierno. Ha sido una intensa disputa. Zapatero quería aprobarla sin que los grupos parlamentarios pudieran introducir modificaciones. Quería dar un golpe de efecto imponiendo un texto sin condiciones. Pero varios de sus ministros le frenaron.

Según ha podido saber El Confidencial Digital de fuentes del Ejecutivo, Zapatero propuso hace unos días al resto de miembros de su Gobierno, en una reunión del consejo de ministros, que era necesario aprobar la reforma laboral a través de un decreto-ley. Es decir, que el texto sólo debía pasar por el Congreso a efectos de ratificación, pero no como proyecto de ley con debate incluido. Había que imponerla.

El presidente defendió ante su Gabinete que era el momento, “sí o sí”, de dar un golpe de autoridad. Y que si el Gobierno adoptaba estas medidas de manera responsable, la imagen que percibirían tanto los mercados como el resto de países europeos sería de fortaleza.

Pero, cuando Zapatero sacó el asunto en ese consejo, algunos de los ministros le dijeron con toda claridad que se estaba equivocando. “Presidente, vista la actitud del resto [de partidos de la oposición], no podemos tramitar la reforma como decreto”, le vinieron a decir, según las fuentes consultadas por ECD.

El asunto quedó en suspenso, a la espera de cómo evolucionaran las conversaciones con los sindicatos durante los días siguientes. Sin embargo, algunos ministros siguieron en contacto con el presidente para tratar de convencerle de que reflexionase y tramitara la reforma como proyecto de ley. “Si no lo hacemos, el Gobierno puede caer”, le trasmitían insistentemente a Zapatero.

Las fuentes consultadas por El Confidencial Digital aseguran que las llamadas al presidente durante estos días han sido constantes. En algunas conversaciones, incluso, el tono empleado con Zapatero por el interlocutor era “de enfado”, “y grande”, aseguran. No entendían por qué el presidente quería imponer el texto. Las discusiones, detallan, fueron acaloradas.

Las razones que recibió el presidente de algunos miembros de su Gobierno fueron principalmente dos:

-- El Ejecutivo no puede contribuir a la crispación. Si no logra el apoyo de la Cámara, puede perder en votaciones sucesivas: la más importante, los Presupuestos.

-- Si la reforma no pasa por el Parlamento, alguien puede recurrir incluso al Tribunal Constitucional y echarla atrás, con el argumento de que no hay motivos de urgencia para imponerla como decreto-ley.

Finalmente, las fuentes consultadas por ECD aseguran que, no sin muchas dificultades y trabas, el presidente accedió a que el proyecto se presentara como decreto-ley (hoy entra en vigor) pero que se tramite como proyecto de ley: es decir, los grupos parlamentarios tendrán opción de introducir modificaciones tras su convalidación, el próximo martes.

 

En la rueda de prensa tras el consejo de ministros de ayer, Celestino Corbacho afirmó que “cuando haya enmiendas en el Parlamento y el Gobierno las asuma entenderá que son sus propias enmiendas. No vamos a diluir nuestra responsabilidad”.

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