Albert Boadella, dramaturgo

“El artista debe arriesgarse cada día a perder sus placeres de buen burgués”

Albert Boadella es actor, director, dramaturgo. Icono y diana en las dos caras de la misma moneda catalana. Hasta el próximo junio lleva las riendas de los Teatros del Canal en el Madrid de su libertad

Boadella se quita el sombrero ante la cultura independiente que remueve a los conformistas del sillón.
Boadella se quita el sombrero ante la cultura independiente que remueve a los conformistas del sillón.

Ojos azules y melena blanca. Lengua bífida con cabeza. Dardos de punta sobre las tablas. Se despidió de Cataluña hasta el moño de intolerancias sin libertad y recaló hace ocho años en los Teatros del Canal, en Madrid, de la mano de Esperanza Aguirre. Grano en las posaderas de la dictadura. Aceite sobre la piel seca de la España políticamente correcta. Disidente del rebaño. Provocador con causa. Torero con cuernos limados por la experiencia. Burgués. Un crítico convulsivo con pluma de francotirador. Brindis por la conciencia. Valiente. Juglar de la responsabilidad social corporativa hecha teatro. 


España en funciones. Cuatro meses después de las elecciones, poca novedad. Las columnas de opinión chorrean tópicos, mientras esperan un 26 de junio que llevarse a la boca.

España en funciones. Teatro de colores. Analicemos la farsa de los pactos, venga, dale, vamos, foto, tuit, con un cítrico (sic) especialista en acción, reacción, repercusión.

Estamos con Albert Boadella, en su despacho de los Teatros del Canal, para abrir en canal lo que se nos ponga por delante, con la mesura de los 72 años y el tercer acto en marcha.

Boadella fundó Els Joglars para hacer del teatro un arma de reflexión social masiva. Su compañía, creada en 1962, vino antes del mayo francés, y era un 15M de indignados con cierto afán de construcción. Cultura, teatro, telón, etiquetas, dianas, puños, dictadura, juventud, madurez, ideas, toda-la-carne-en-el-asador.

Acomodador. Su billete, por favor. Un Albert sobre el escenario de Madrid. Silencio. Empieza la función social. Un foco perpendicular señala al personaje. Y no es, precisamente, un puntero segregador…

Introducción

Después de las cientos de entrevistas que lleva usted entre pecho y espalda, ¿sigue siendo el iconoclasta de siempre?

Por oficio, tengo que serlo. Mi oficio es ser destructor de los iconos intocables que la sociedad va generando. Así es desde Aristófanes, que la emprendía contra los dioses griegos, que eran más poderosos que los actuales… Ser iconoclastas es una tradición elemental para la higiene mental de la sociedad.

En lo personal, hay iconos que respeto más, como, por ejemplo, mi idea de la familia, que sigue siendo la convencional y tradicional.

 

Bien. Nada mejor que un experto en teatro e iconoclasta para analizar la realidad de la escena política española en este país en funciones…

 

Acto 1: Sobre la política casera y la levedad de su ser

¿Tenemos lo que nos merecemos?

En el mundo de las democracias occidentales, en general, no existe el pueblo inocente. Quizás el Tercer Mundo sea otra cosa. Los ciudadanos somos responsables, unos más y otros menos, en la parte que nos corresponde, de lo que tenemos en nuestro poder. Por lo tanto, creo que sí: tenemos lo que nos merecemos.

¿Quién está siendo el mejor actor?

Los mejores actores del momento son aquellos a los que no se les ve la tramoya. Albert Rivera es un buen actor. Por lo menos, a él no se le nota la comedia. Y no digo que no la haga, pero no la muestra. Por el contrario, Pablo Iglesias sería un mal actor. A él se le nota rápidamente una sobreactuación.

¿La sociedad española está siendo un público digno?

Es una sociedad madura. No soy de los que se pasan el día echando pestes de España. Yo estoy razonablemente bien en este país, con la gente que me rodea, pero quizás adolece de un desconocimiento de la representación. La falta de práctica de años de democracia que quedaron interrumpidos se nos nota. Hay mucho pueblo español y pocos ciudadanos, en el sentido propio de la Ilustración.

A los 72, ¿se piensa en medir las palabras?

Menos que antes, porque se tiene más práctica. Antes, había cosas que se escapaban casi inconscientemente. Dentro de los límites legales, yo puedo decir lo que me da la gana. Quizás más que cuando tenía 30 años, porque entonces estaba sujeto a determinados temores personales, sobre todo profesionales.

Analicemos el patio de la política española desde la butaca.

Nivel de originalidad o repetición:

La política española es muy repetitiva. Se hace, normalmente, machacona, y el lenguaje empleado por los políticos es de una calidad ínfima. Si lo pusiéramos en comparación, por ejemplo, con la época de la pasada República, se ve que hay una pérdida importante en el contenido y en la forma del discurso político.


Grado de valentía o cobardía:

A medida que la sociedad del bienestar ha aumentado, la cobardía es mayor. Hay mucho más que perder por parte del mundo de la política, y también por parte de los ciudadanos.


Intensidad de apertura o sectarismo:

Desde la Transición, la política se ha ido cerrando, y la sociedad, también. Vivimos unos años de descontrol, en los que todo era posible y todo estaba abierto, la libertad de expresión no tenía límites fijados, y uno podía manifestarse con menores riesgos que ahora. A medida que se ha ido controlando más la situación y se ha ido legislando todo casi compulsivamente, porque hay cantidad de gente y de parlamentos dedicados a eso, se constriñe claramente la apertura propia de las sociedades maduras e inteligentes.


Altura de miras:

Los políticos no hablan nunca de temas profundos, ni de filosofía de la política. Casi el 90 por ciento de sus palabras hacen referencia a la economía. Están encerrados en temas totalmente monocordes. Quizás la política del futuro sea menos ideológica y más administrativa. En cualquier caso, para mí, es mucho menos interesante.


Categoría humana:

En esto no creo que hayamos cambiado mucho. Durante la dictadura era difícil medir las categorías humanas, porque estaban todos muy bien protegidos y muy encuadrados. Desde la Transición hasta aquí, el aspecto es que las personalidades parecían antes más definidas y más potentes, quizás porque eran personas que habían llegado a la política tras un cierto prestigio profesional en su oficio. Ahora nos encontramos con unos profesionales de la política que conforman una clase menos variada, y con personalidades más superficiales.


Capacidad de actuar para el bien común:

En España hay un cierto déficit de patriotismo, en el sentido cívico de la palabra. Se echa en falta más interés en trabajar, e incluso sacrificarse, para una amplia colectividad, en este caso de casi 50 millones de personas. Esto no parece que sea virtud de la política contemporánea…


Posibilidades de pasar a la historia:

A la historia pasan pocos políticos. Si miramos al extranjero, podemos destacar a Churchill, o Clemençau… En España tenemos a Azaña, a Suárez, incluso a Felipe González… Después de Felipe González ya, me cuesta… Yo creo que pasará Jordi Pujol, por lo que tiene de insólito y de paradoja ser un experto en lecciones morales diarias a través de los medios para terminar confesando que es un estafador…


Acto 2: Cataluña para el autor de Diarios de un francotirador

Hace unas semanas le cortaron tres cipreses en su casa de Gerona. ¿La mafia ideológica existe?

Sí. Existe una intolerancia que raya casi el nazismo. No hablo del nazismo de Auschwitz, sino del de los años 30, en los que te escribían “judío” en los escaparates… Es un impulso fascista.

¿Y cómo se le responde?

Yo he respondido enfrentándome. He puesto un inmenso cartel y he dicho que, si antes podía tener algún proyecto de marcharme de esta tierra, ahora, menos que nunca…

¿Se reencuentra con Cataluña poco a poco, o esto ya no lo verá usted en vida?

Lamentablemente, no volveré a ver un estado de sanidad social como el que conocí en Cataluña hace 40 años. El conjunto de aquella sociedad era prudente, sensato, destacadamente culto, con unos ideales de progreso y de buen entendimiento con el resto de los ciudadanos españoles que yo creo que no volveré a ver.

¿Qué personaje de teatro sería…

…Jordi Pujol?

El Ubú, de Jarry.


…Artur Mas?

Tiene un problema: no llega a personaje. Es un secundario. Más que de teatro, sería el de Eva al desnudo: el que llega como ayudante…


…Ada Colau?

Ada Colau es un personaje de una comedia barata. No tiene dimensión épica. Podía estar en un vodevil o en algo así muy comercial…


…Durán i Lleida?

Él ya es un poco más shakesperiano. Sería un personaje de los que presentan El retablo de las maravillas, de Cervantes.


…El PP de Cataluña?

(Risas) El PP de Cataluña es un fracaso. No se me ocurre ahora un personaje concreto de una obra. En cualquier caso, le correspondería un papel que no se pueda hacer peor…


…El Barça?

Es la utilización de la política en el deporte. Podía estar en el mundo de Arturo Ui, de Bertolt Brecht.


…Puigdemont?

Ni idea… Es que no es un personaje… Sería el que dice: “la cena está servida”…


Como verá, casi todos estos políticos son unos comparsas. El problema es que en la política catalana no hay personajes. Un buen personaje de teatro tiene que ser un perverso extraordinario, como los malos de Shakespeare o de Lope, o tener una determinada personalidad compleja y rica… Y de esos, en Cataluña, no hay…

Usted recela del nacionalismo. ¿Pero entiende a los nacionalistas?

Entiendo una parte del nacionalismo, que es la más ancestral y primitiva: aquella de que hemos nacido en un lugar y, durante los primeros años de vida, uno piensa que aquel sitio es el centro del mundo. Esto es una posición infantil, que recela de los que han nacido 10 kilómetros más allá… Cuando uno se vuelve adulto mentalmente supera con rapidez ese planteamiento. Esta parte del nacionalismo sí que la entiendo.

Pero el nacionalismo tiene otras derivaciones, como la xenofobia, y la insolidaridad, que son dos instintos muy humanos…

¿Cómo se sale del túnel del egocentrismo soberanista excluyente?

A esta situación hemos llegado después de mucho adoctrinamiento. El nacionalismo ha sido montado artificialmente, a través de la educación y de los medios de comunicación principalmente. Es una realidad artificial colocada encima de los ciudadanos, que deriva en la patología más fácil de inducir: la paranoia.

¿Cómo se sale? Política y psíquicamente se sale con un electroshock. ¿Y en qué forma? Bueno, los nacionalistas se están enfrentando a un Estado que no es que sean las Islas Caimán, sino España, que es un Estado que cuenta en el mundo. Ese Estado tiene una potencialidad, y no me refiero a la potencia bélica, sino a la jurídica, al peso de las instituciones, la ley, y la voluntad de millones y millones de españoles. Un golpe de autoridad sobre lo que está sucediendo podría crear un cambio de la visión diseñada y una asunción de la verdadera realidad.

¿Cree que los jóvenes catalanes del siglo XXI están en condiciones de poner en su sitio el tema casi exclusivo?

De momento, sí. Lo que puede suceder, y espero que suceda, es que los niños de 8-10 años que hoy están perfectamente adoctrinados por el bombardeo diario tengan una reacción con anticuerpos, como la que mi generación tuvo con el franquismo: es una reacción que identifica aquello con el poder, con lo establecido, con lo viejo, y que les puede conducir a dinamitar todo ese montaje.

¿Albert Rivera le hace más tilín ahora que cuando sólo jugaba en Cataluña?

Albert Rivera en Cataluña tenía una funcionalidad y un sentido absoluto. En España esa funcionalidad queda un poco tamizada por otras opciones políticas, pero en este momento representa una misión, que se está poniendo de manifiesto en estos días, de tender puentes entre diferentes posibilidades políticas. Su tarea de diálogo y de consenso, en este momento, está siendo muy positiva.

 

Acto 3: Corrupción y tabúes

¿Cómo representaría en un gesto la corrupción que mana de las instituciones españolas?

Con el gesto de coger y meter en el bolsillo mientras se dice: “ pa mí”… Entre robar el oro de entonces y estampar una firma ahora no hay diferencias. Es el mismo hurto. Es importante que el que firma hoy sencillamente una recalificación, por ejemplo, sienta la misma presión que si estuviera robando el oro directamente de la caja fuerte.

¿Cómo lee usted las cositas de Panamá?

Me genera, a veces, una risa divergente, porque, quien ha moralizado a diestro  siniestro, ha sido pillado con las manos en la masa. Y eso tiene su lado cómico, enormemente teatral.

¿Cuál es su paraíso fiscal?

Desgraciadamente, mi paraíso fiscal está en España… Digo desgraciadamente, porque supongo que esos paraísos fiscales deben de ser muy rentables; pero yo no he ganado suficiente dinero en mi vida como para plantearme la posibilidad de especular. ¡Me hubiera gustado! ¡Incluso me hubiera gustado ponerme a prueba para ver si especulaba, o no! Cuando juzgo a los demás ante estos hechos, siempre lo hago con un punto de caridad, porque no sé qué hubiera hecho yo en sus mismas circunstancias…

Lo único que tengo claro es que yo no habría pagado los impuestos en Francia, porque considero que son un atraco.

Boadella es antónimo de tabú. Seamos claros:

¿Quién es el bufón de España?

En este momento, lamentablemente, hay pocos bufones profesionales. Yo llevo ocho años siendo director de los Teatros del Canal y no he recibido ninguna propuesta que pensara que fuera arriesgada y que podía poner mi cargo en juego si la ponía en marcha. Eso marca una cierta deficiencia…


¿Los actores son ciudadanos hipócritas?

Actor es sinónimo de hipócrita. Un buen actor debe tener dos condiciones naturales en su oficio: el exhibicionismo y la hipocresía, que es hacer creer cantidad de cosas que no siente como persona. Sin eso, no hay actor. Y eso no es mentir, porque el teatro es una verdad suprema.


Me refiero a esa hipocresía social de estoy con los pobres, el Tercer Mundo, la revolución, la izquierda, y después, paseítos por alfombras…

El actor, en general, es una persona que sigue eternizando los juegos de su infancia. Lo que hacíamos jugando de niños, tenemos la suerte de hacerlo de mayores, y cobrando. Los actores son muy infantiles. No hay más que escucharles cuando hablan en los medios. Las cosas que dicen son de un enorme infantilismo.


¿La cultura española está aburguesada?

Yo soy un admirador de la burguesía, y desde muy joven quise ser burgués. Creo que lo he conseguido: ¡Soy un buen burgués! Creo que la burguesía es lo mejor conocido hasta el momento. Yo no hablo de grandes lujos, cuidado. Aquel equilibrio que se ve en los bares y en las tiendas de Saint Michel, en París, entre el refinamiento, la cultura, la placidez y la comodidad no está superado.

Por el contrario, “aburguesarse” significa acogerse en una especie de posición numantina a esos placeres, sin arriesgarse a perderlos cada día. Un artista tiene que arriesgarse a perderlos.


¿El periodismo español es servilismo ilustrado?

Antes tendríamos que preguntarnos si realmente hay periodismo en España…


¿Qué es peor que la censura en las artes españolas?

El problema actual es la autocensura que nos imponemos: querer estar a bien con todo el mundo y tener miedo a generar adversarios, sobre todo entre los artistas. ¡Pero si lo que más estimula a un artista es el antagonista, el adversario, el enemigo!


Dígame tres personas independientes que destaquen en el ámbito de la cultura española.

Arcadi Espada, El Brujo y, en el sector político-culto, Cayetana Álvarez de Toledo.


¿Los humoristas españoles son circo o pan para la catarsis?

El problema de los humoristas españoles, en general, es que se creen graciosos. Los andaluces, habitualmente son muy graciosos, pero ese andalucismo irradiado se ha contagiado al resto de la Península, donde la gente no es tan graciosa… Hay un lado artificial en nuestro humor.


El lenguaje social y políticamente correcto permanente, ¿para qué sirve?

Eso a los artistas nos va de perilla, porque metes en un guion un “me cago en no sé qué” y salta todo el mundo. Es un terreno fantástico para nosotros. Claro, muchas veces, lo que es bueno para los artistas no es saludable para la sociedad. Para los artistas, las dictaduras no son malas, porque nos entrenan de manera formidable y, sin embargo, son pésimas para el conjunto de los ciudadanos.


¿La izquierda española ha sido un fracaso?

La izquierda española es una izquierda que solo se ha dedicado a tratar de que la derecha no gobierne. No ha querido reconocer a la derecha su misma procedencia democrática. Se ha obsesionado en este punto y ha entrado en un auténtico sectarismo, por el que siempre llevan la razón, ellos son la cultura, son los únicos que representan el progreso…


Felipe y Letizia. ¿Cómo ve la monarquía 2.0?

La monarquía en España la veo complicada. Seguirá, seguramente, pero la gran duda es saber sobre cuántas hectáreas…


Don Juan Carlos le cae bien. ¿Abriría proceso de canonización en vida para la Reina Sofía?

¿Cómo reina y mártir? (risas)

Yo creo que la reina ha hecho un papel correcto, pero no hay que exagerar. Me arriesgo a ser demagógico: hay cientos de miles de señoras que están más cerca, por lo menos, de la beatificación…


¿Somos más incultos de lo que parece?

En general parecemos más incultos de lo que somos. Sólo hay que ver, por ejemplo, qué dice la gente cuando se pone un micro en la calle… Mi impresión es que muchos se esfuerzan en ser más tontos de lo que son. Toman el papel de populacho. Si sólo nos evaluaran por lo que se ve en la televisión, muchos pensarían que somos un pueblo de burros, pero no es así.

 

Acto 4: Esperanza Aguirre y los cuernos de España.

Esperanza Aguirre ha escrito un libro. Y vuelve a ir a contracorriente. Usted le entiende bastante bien…

Sí. Yo con Esperanza tengo un feeling especial. Primero, compartimos muchos enemigos, y en este sentido nos sentimos muy solidarios. Después, es una mujer que durante su etapa de responsabilidad política al frente de la Comunidad de Madrid me proporcionó en este teatro un estatus de libertad que, políticamente, yo no había conocido. Es una mujer con una singularidad especial dentro de la política española.

Y con Cifuentes, ¿bien?

Sí. Cristina Cifuentes es una mujer muy amable, muy cálida, enormemente próxima.

¿Cómo le acoge Madrid?

Madrid, en este momento, es de las dos o tres urbes europeas de la libertad.

¿Le crecen los cuernos a la medida de los ataques de los antitaurinos?

Los ataques de los antitaurinos me estimulan, porque veo que tengo razón.

¿Entiende sus argumentos?

¡Cómo no los voy a entender! Son hijos de una sociedad de mimados y cursis…

¿Cómo torea Rajoy?

Rajoy no torea. Trata de hacer de don Tancredo…

La bandera de España, ¿hasta dónde?

¡Hasta aquí! (señala a su mesa del despacho). Es una bandera que, con los años, he apreciado cada vez más. He pasado de odiarla cuando tenía aquella águila en medio, a sentirme relajado cada vez que la veo.

Una vuelta al ruedo así, rápida:

¿A quién mandaría a abrevar?

Me sobran los candidatos… No caben…


¿A quién le daría bellota?

A Puigdemont le daría unas cuantas…


¿Quién no sale nunca del burladero?

Rajoy es un forofo del burladero.


¿Quién se merece un capote?

El pobre de Urdangarín.


¿Arrimarse al toro sale gratis?

Arrimarse al toro tiene un riesgo importante, que es la gloria. La gloria siempre es un peligro: por creérsela excesivamente, y por creer que se ha llegado.


¿A quién le dedica usted su coleta?

A mi mujer, Dolors, que es, realmente, la que ha tenido que torear conmigo y lo ha hecho muy bien.


¿Qué tatuaje lleva usted grabado a fuego?

Jamás me he puesto nada encima. No llevo ni anillos.


Si la España de la calle fuera una ganadería, ¿brava, mansa, o carne para hamburguesas del macdonalds?

Sería muy parecida a la que vemos, sobre todo, en San Isidro. La Feria de San Isidro muestra una España bastante real, entre los del siete, la barrera, los tendidos altos… Aquello es España…


¿Qué le mueve a empitonar siempre?

Mi padre me enseñó algo formidable: cuando tres personas están de acuerdo, él, por sistema, llevaba la contraria, aunque coincidiera con ellas. Es un ejercicio higiénico.


¿Un/a miura que no hayamos sabido valorar adecuadamente?

Hay un hombre muy importante en la literatura española que ha sido Josep Pla. Es valorado en ciertos sectores, pero no en el peso y en la medida que este hombre, literaria y filosóficamente, merece. Quizás por el problema de la lengua.


 

Acto 5: Una cámara en el camerino.

¿Cómo se exige a sí mismo Albert, el destripador?

Yo me castigo. Me pongo ejercicios de penitencia. Supongo que viene de la tradición cristiana. Cuando hago algo que creo que no ha sido correcto, automáticamente me impongo una penitencia.

Una autoevaluación rápida. De 1 a 10:

Como español: 10

Como catalán: 10

Como actor: 3

Como librepensador: 7

Como director: 8

Como crítico: 6

Como persona influyente en la cultura española: 6

Como idealista: 5

Como marido: 9

¿Qué le queda en el teatro antes de cerrar el telón?

Espero que el telón se cierre conmigo muriendo en el ruedo… Me gustaría dedicarme a esto hasta el final, aunque me quede sólo el pulso para escribir. Empecé en la acción, con el cuerpo, y poco a poco se va reduciendo la movilidad hasta los dedos de mi mano izquierda, que es con la que escribo.

¿Ha perdido intensidad su afán por reírse de lo divino?

Ha perdido el punto de demagogia que tiene la juventud.

¿Qué es TV3?

Un medio de propaganda de un régimen.

¿Y qué es una periodista que quema la Constitución en TV3?

Una mercenaria del régimen.

¿Quién es Albert Boadella cuando no está en pie de guerra?

Seguramente soy un buen burgués, con todas las cosas positivas de la burguesía que se asientan sobre la calidez de mi núcleo familiar.

¿Usted sabe perdonar?

Soy vengativo. Disfruto la venganza y me gusta la venganza haciendo un favor al que me ha jodido.

¿Y pide perdón?

Alguna vez, incluso públicamente…


Cierre el telón.


REBOBINANDO

Albert Boadella, cosecha propia. No apto para todos los gustos. Actor, exhibicionista de sus ideas, hipócrita sobre las tablas, auténtico abajo, en la calle. Con lo a gusto que se está en la casa de campo, he aquí un personaje incómodo, habituado a tocar las palmas aunque le corten los cipreses.

Boadella, cosecha propia, que como todos los vinos, se equilibra con el tiempo.

Su historia es un adiós a la Cataluña del estómago y un siéntense-ustedes-a-mi-mesa en el país de los ciudadanos sin marcas.

Boadella es contorsión, movimiento y compromiso. Peineta contra el obsceno con poder. Higa a la cara del que pone el yugo y se marcha a Panamá.

Boadella fue histrionismo asomando en las banderas, pero los años le tapan con reconocimiento las vergüenzas de su pompa.

Boadella es imagen de esa cultura que remueve las ideas de su asiento, aunque no sea un señor de izquierdas. Los bufones, al final, son los que tienen la sartén de la risa catárstica por el mango…


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