El análisis de José Apezarena

No a la independencia

Los catalanes han dicho no a independizarse de España. Es la lectura elemental de los elecciones del 27-S en Cataluña.

El ‘invento’ de Artur Mas, de convertir en plebiscitarias unas elecciones autonómicas, se ha vuelto contra él porque el resultado de las dos formaciones secesionistas (Junts pel Si y CUP) se ha quedado en el 47,5%, lejos del 50% del censo. Más aún. Si se contabiliza el total de los catalanes llamados a las urnas, sólo uno de cada tres ha apostado por la deriva independentista.

Cierto es que Junts pel Si, con sus 62 escaños, podría conseguir la mayoría en el Parlament si finalmente logra el respaldo de CUP y sus 10 escaños, pero no es menos cierto que han retrocedido 9 escaños respecto a los 71 que sumaban por separado los dos integrantes de esa coalición electoral, 50 de Convergencia más 21 de Esquerra.

El mensaje de que eran unas elecciones plebiscitarias ha calado entre el electorado. Eso explica la gran movilización de los ciudadanos y el nivel de participación del 77%, 7 puntos por encima de 2012. Previsiblemente, se han movilizado sobre todo los contrarios a la independencia.

Artur Mas sigue sumando fracaso tras fracaso y retroceso tras retroceso, pero esta vez le puede salir mucho más caro que nunca, puesto que la CUP ha anunciado repetidas veces que su apoyo estará condicionado a que no vuelva a presidir la Generalitat.

A tres meses de las generales

Las elecciones catalanas hay que analizarlas con proyección hacia las generales de diciembre. En ese horizonte, el claro triunfo de Ciudadanos, convertida en la segunda fuerza con 25 escaños (tenía 9), parece pronosticar una poderosa irrupción en el futuro Congreso de los Diputados, si bien Cataluña es su territorio particular y por tanto el resultado no es extrapolable del todo.

Y en esa clave, el fracaso de Podemos, propulsor de la lista de Cataluña Si que es Pot, que ha conseguido 11 puestos, dos menos de los 13 que tenía Iniciativa en solitario, anuncia un freno a las expectativas de la formación de Pablo Iglesias, al que le ha comido el terreno la CUP, un partido presentado en algunos ámbitos políticos como el “Bildu catalán”. De hecho, Romeva acudió ayer a votar con miembros de Bildu.

Fracaso rotundo, igualmente, del Partido Popular, que ha perdido 8 de los 19 escaños que tenía. Sin embargo, los 11 conseguidos por García Albiol palían en parte la enorme debacle que se anunciaba, aunque resulta un consuelo pobre. Y, con vistas a las generales, un previsible mal resultado del PP en Cataluña pone en dificultades revalidar la mayoría de Gobierno de Mariano Rajoy.

Los socialistas, con un emergente Miquel Iceta, han superado en gran parte sus problemas internos y la escisión sufrida. A pesar de haber perdido cuatro, en el PSC dan por buenos los 16 escaños conseguidos y el dato de que son la tercera fuerza del Parlament.

Las elecciones han constatado, en fin, que Cataluña se encuentra partida en dos mitades prácticamente iguales. Y estas elecciones lo han remachado aún más. Políticamente las cosas siguen como estaban, no se ha solucionado nada.

 

Artur Mas y sus socios van a sufrir dificultades serias para mantener el llamado proceso soberanista. Cualquier hipotética legitimidad ha quedado muy debilitada con los resultados del 27-S y les va a costar mucho remontar. Si en estas circunstancias, pretendidamente favorables para sus intereses, solamente han recibido el respaldo del 47,5% de los catalanes, sus opciones quedan en entredicho.

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