Perfiles ECD: El arzobispo Marcinkus, "el banquero de Dios" que no fue detenido por intercesión de Juan Pablo II

La noche del pasado lunes moría en Phoenix el arzobispo Marcinkus. Su avanzada edad, 84 años, y unas dolencias cardiacas acababan con la vida del que en los años 80 fue protagonista del más devastador escándalo que ha sufrido la Iglesia Católica en los tiempos modernos.

Paul Casimir Marcinkus dejó este mundo en su casa de Sun City, un suburbio de Phoenix (Arizona), y se llevó con él muchos misterios y secretos sobre el escándalo financiero que acabó salpicando hasta a la blanca sotana del Papa Juan Pablo II, su protector.

“El banquero de Dios” abandonó Italia para iniciar un exilio silencioso en 1990. Atrás dejaba la quiebra del Banco Ambrosiano de Milán, la misteriosa muerte del banquero Roberto Calvi y unos agujeros financieros de 1.655 millones de dólares en el Ambrosiano y de otros 255 millones de dólares en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como "el Banco del Papa".

Monseñor Marcinkus tenía lo que los franceses llaman el “physique du rol”. Era un hombre corpulento, 1,91 metros de altura, fumador de puros, amante del golf y otros deportes, enérgico, tajante, de buen humor, extrovertido.

Durante 18 años, entre 1971 y 1989, fue el presidente del IOR, el banco en el que depositan sus dineros las órdenes religiosas y las diócesis de todo el mundo, que tiene su sede en un torreón del Vaticano.

Un relevante destino fruto de una brillante carrera en las cumbres vaticanas y en el mundo de las finanzas mundiales que demostró la capacidad de este hijo de humildes inmigrantes lituanos que comenzó a trabajar muy joven como limpia-ventanas junto a su padre.

Nacido en el barrio de Cícero de Chicago el 15 de enero de 1922,  la vocación de Marcinkus era la iglesia y a los 23 años fue ordenado sacerdote. Estudió en la Universidad Gregoriana de Roma, conocida durante años como la "fábrica de cerebros de la Iglesia", y entró en la carrera diplomática vaticana como secretario del nuncio en Bolivia y Canadá.

Pronto logró hacerse con el aprecio del Papa Pablo VI. Incluso dicen que ayudó a salvarle la vida cuando Giovanni Battista Montini sufrió un atentado en Filipinas a cargo de un pintor boliviano.

Fue guardaespaldas, organizador de viajes y traductor de inglés de Pablo VI y Juan Pablo II. Pero su carrera se aceleró también gracias al economista norteamericano David Kennedy, presidente del Continental Bank of Chicago y  secretario de Estado en la presidencia de Richad Nikon.

En 1968, Pablo VI nombró a Marcinkus secretario del IOR y tres años después ascendió a la presidencia. Eran los años de los grandes “magos financieros” que causaban admiración y devastaban riquezas multimillonarias, dejando una amplia siembra de perjudicados. Monseñor Marcinkus fue uno de esos magos que llegó a la fama por el manejo de las finanzas del banco Vaticano después de los desequilibrios financieros que causó la gestión del Concilio Vaticano II (1962-1965).

 

Sin embargo, a su actuación no le han faltado voces críticas. Su sucesor en el Banco del Papa, Angelo Caloia, decía: "era honesto y un buen cura pero también un tanto superficial y estaba mal aconsejado. Creía conocer a todo el mundo de los negocios pero en realidad fue víctima de los ‘gnomos’ de las finanzas, comprometiendo y endeudando al IOR".

Tal vez esos malos consejeros influyeron en el que constituyó  uno de los mayores errores de Marcinkus: su acercamiento a Michele Sindona, un banquero siciliano. Sidona era un hombre vinculado a la mafia que acabó condenado a cadena perpetua. El IOR salió del lío con una pérdida contenida de 30 millones de dólares. El día en que Sindona escuchó su condena, bebió en la cárcel un café envenenado y nunca pudo hablar.

Tras estos hechos, Juan Pablo II nombró a Paul Marcinkus arzobispo y gobernador del Estado del Vaticano. El Papa le apreciaba, pues en el pasado le había ayudado a buscar dinero para colaborar con sus compatriotas polacos, organizar la resistencia a través del sindicato Solidaridad y hacer frente a los comunistas.

Sin embargo, en su camino pronto se cruzó otro hombre reprobable: Roberto Calvi, un empleado del líder de la llamada finanza católica, el Banco Ambrosiano de Milán.

Calvi manejaba dinero de la mafia y detrás de él estaba la logia masónica P2 de Licio Gelli. Este italiano, que especulaba con operaciones peligrosas que aprovechaban los cambios en los paraísos fiscales del Caribe y Europa, contaba con las "cartas de patronato" que le firmaba Marcinkus. Un nuevo error de gestión que terminó causando un agujero financiero al banco Ambrosiano de 1.400 millones de dólares.

Calvi huyó de Italia a Londres, donde apareció colgado debajo del puente de los Frailes Negros (Blackfriars) el 18 de junio de 1982. Ahora se sabe que fue asesinado por orden de la mafia y alguien más. En Italia se está desarrollando un nuevo proceso con cinco acusados.

El escándalo de dimensiones colosales arrastró al Banco del Papa, que terminó con un agujero de 255 millones de dólares. Esa suma fue pagada por el Vaticano a los acreedores exteriores del IOR.

La suerte de Marcinkus estaba echada. No fue detenido porque Juan Pablo II lo defendió con la inmunidad diplomática. Pero en 1989, el arzobispo, que estaba a punto de ser promovido a cardenal, se vio obligado a renunciar.

Un año más tarde, Paul Marcinkus dejó Europa para regresar a su país, donde permaneció hasta su muerte el pasado lunes. “No vamos a hacer ningún comentario", fue el epitafio que dictó hace unos días a la prensa un portavoz de la Santa Sede.

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